Cita bíblica:
«Pues considero que los sufrimientos del tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que ha de ser revelada a nosotros.» – Romanos 8:18
Reflexión:
En nuestro caminar cristiano, frecuentemente enfrentamos pruebas que parecen insoportables y sin sentido. Sin embargo, la Palabra de Dios nos recuerda que existe un propósito mayor detrás de cada lágrima derramada. Romanos 8:18 nos presenta una poderosa perspectiva: nuestras aflicciones actuales, por intensas que sean, no pueden compararse con la gloria que nos espera. Esta verdad no minimiza nuestro dolor, más bien, lo coloca en el contexto de la eternidad. Por tanto, podemos atravesar las dificultades con esperanza, sabiendo que lo temporal dará paso a lo eterno, y lo doloroso será transformado en gozo indescriptible.
Consideremos la vida del apóstol Pablo, quien experimentó sufrimientos que pocos podríamos imaginar. Cinco veces recibió 39 azotes, tres veces fue golpeado con varas, una vez fue apedreado y dejado por muerto. Sobrevivió a tres naufragios, pasó noches enteras a la deriva en el mar. Enfrentó peligros constantes: de ríos, de ladrones, de su propia gente y de los gentiles. Soportó cansancio, desvelos, hambre, sed y frío. Además, cargaba con «una espina en la carne» que nunca le fue quitada. Sin embargo, este mismo Pablo, escribiendo desde una fría celda, declaró que estos sufrimientos eran «leves y momentáneos» comparados con la gloria venidera. Su testimonio conmovedor nos desafía: si él pudo mantener tal perspectiva en medio de sus tribulaciones, ¿no podemos nosotros hacer lo mismo?
Entregarnos completamente a Dios no es solo un acto de obediencia, sino un profundo reconocimiento de que Él tiene un propósito mayor. Cuando entendemos que la gloria venidera supera cualquier aflicción presente, nuestra perspectiva cambia radicalmente. Esto no significa que el dolor desaparezca, sino que encontramos el valor para seguir adelante. El arrepentimiento constante se convierte en nuestra respuesta natural al amor de Dios, reflejando lo que verdaderamente guardamos en nuestro corazón. Lo que estamos viviendo hoy, por doloroso que sea, palidece ante la inmensidad de la gloria que nos espera. Por tanto, decidamos cada día vivir en santidad, en arrepentimiento sincero, porque amar a Dios transforma nuestra existencia cotidiana.
Al final, comprendemos que nuestras tribulaciones temporales están forjando en nosotros un carácter eterno. Aunque el dolor sea real, la promesa de gloria lo es aún más. Esta esperanza no es una simple ilusión, sino una certeza fundamentada en la fidelidad de Dios. Cuando ponemos nuestras aflicciones en la balanza contra la gloria venidera, la ecuación siempre se inclina hacia la esperanza. Así, cada desafío se convierte en una oportunidad para crecer en fe, cada lágrima en una semilla de gozo futuro. Al enfocarnos en lo eterno, nuestras perspectivas se renuevan y encontramos la fortaleza para declarar como Pablo: «todo lo puedo en Cristo que me fortalece», sabiendo que la gloria que viene superará infinitamente cualquier aflicción presente.
Oremos juntos:
Amado Padre Celestial, en medio de nuestras luchas y aflicciones, te pedimos que renueves nuestra perspectiva. Ayúdanos a ver más allá del dolor presente y a fijar nuestros ojos en la gloria eterna que has preparado para nosotros. Cuando el camino se torne difícil, recuérdanos que nuestros sufrimientos son temporales, pero tu gloria es eterna. Danos la fortaleza para perseverar como lo hizo Pablo, con la certeza de que lo que enfrentamos hoy no es comparable con lo que nos espera mañana. Transforma nuestro corazón para vivir en constante arrepentimiento y entrega por amor a ti. En el nombre de Jesús, amén.
Video relacionado:
JOSE LUIS REYES -NO TEMERÉ (Video Live Oficial) Worship Night

