Cita bíblica:
El Señor es mi pastor, nada me faltará. – Salmo 23:1
Reflexión:
En los momentos de soledad y desesperación, cuando el camino parece oscuro y sin salida, recordar que «El Señor es mi pastor, nada me faltará» trae una paz incomparable. A menudo olvidamos que Dios, como un pastor dedicado, nunca para de buscarnos. Incluso cuando nos desviamos del camino, Él persiste con amor incondicional. Por consiguiente, Su búsqueda no es casual ni esporádica, sino constante y deliberada. Sin duda, no hay valle tan oscuro ni montaña tan alta donde Su mirada amorosa no pueda encontrarnos.
Pensemos en la parábola de la oveja perdida. Jesús nos habla de un pastor que tenía cien ovejas y, al perder una sola, dejó las noventa y nueve en el desierto para ir tras la extraviada. Lo que conmueve de esta historia no es solo que el pastor buscara, sino cómo lo hizo: con determinación, sin importar los peligros o el cansancio. Y cuando finalmente encontró a su oveja, no la reprendió con dureza ni la arrastró de vuelta al rebaño. En cambio, la puso sobre sus hombros gozoso, la llevó a casa y celebró su regreso. Este es el retrato perfecto de nuestro Dios: un Padre que no escatima esfuerzos para recuperar a sus hijos perdidos y que celebra con alegría cuando regresan a Sus brazos.
¿Cuántas veces nos hemos sentido solos, pensando que Dios nos ha olvidado? La verdad es que Él nunca ha dejado de pronunciar nuestro nombre. En los tiempos más oscuros, cuando el dolor parece insoportable, Él está ahí, curando nuestras heridas. Su misericordia nos persigue día tras día. Mientras luchamos con nuestras batallas, Él pelea a nuestro favor. Incluso cuando no podemos sentirlo, Él permanece fielmente a nuestro lado, susurrando palabras de amor y consuelo a nuestros corazones heridos.
Este devocional nos recuerda una verdad fundamental: el amor incansable de Dios. Su naturaleza no es abandonar sino rescatar, no es condenar sino redimir. Como el pastor que conoce por nombre a cada una de sus ovejas, Dios conoce íntimamente cada detalle de nuestras vidas. Por lo tanto, podemos descansar seguros en Su cuidado perfecto. En definitiva, no importa cuán lejos hayamos vagado o cuán profundo hayamos caído, Su amor nos encuentra, nos restaura y nos trae de vuelta al redil donde pertenecemos. Esta es la promesa inmutable de nuestro Pastor: que en Él, verdaderamente, nada nos faltará.
Oremos juntos:
Padre Celestial, gracias por tu amor que nunca cesa y por tu búsqueda que nunca se detiene. Reconozco las veces que me he alejado de ti, pensando que podía caminar solo. Perdóname por los momentos en que he dudado de tu cuidado. Hoy celebro que eres mi Pastor, que conoces mi nombre y que nunca dejas de buscarme. Ayúdame a escuchar tu voz entre todas las distracciones de este mundo. En los valles oscuros, recuérdame que estás conmigo. En las cumbres de éxito, no permitas que olvide quién me llevó hasta allí. Gracias porque en ti, nada me falta. Amén.

