DEVOCIONAL 26 DE JUNIO DE 2025: «MÁS ALLÁ DEL TÍTULO: LA INTIMIDAD QUE DIOS ANHELA»

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Cita bíblica:

«El Señor no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón.» (1 Samuel 16:7b)

Reflexión:

En nuestra cultura eclesiástica actual, frecuentemente nos encontramos persiguiendo títulos, posiciones y reconocimientos, convencidos de que estos determinan nuestra cercanía con Dios. Sin embargo, el corazón del Padre anhela algo mucho más profundo: intimidad genuina. A menudo, nos dejamos seducir por la ilusión de que un cargo elevado o un título importante garantiza una relación más cercana con Dios. No obstante, la verdad es que la intimidad con el Padre no se obtiene a través de credenciales o posiciones jerárquicas, sino mediante un corazón sincero que busca conocerlo y amarlo por encima de todo.

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Lázaro nos presenta un ejemplo extraordinario de esta verdad. Él no era un escriba versado en las Escrituras ni un sacerdote destacado del templo; ni siquiera formaba parte del círculo íntimo de los doce apóstoles. Sin embargo, las Escrituras lo describen con una sencillez que resuena profundamente: «aquel a quien Jesús amaba» (Juan 11:3). Lo que hacía especial a Lázaro no era un cargo espiritual destacado, sino simplemente su amistad con Jesús. Esta relación era tan significativa que, cuando Lázaro enfermó, sus hermanas enviaron un mensaje a Jesús diciendo: «Señor, el que tú amas está enfermo». Más impresionante aún fue que, ante su tumba, Jesús lloró (Juan 11:35) – la expresión más breve y a la vez más profunda del amor divino. La intimidad que Lázaro compartía con Jesús transcendía cualquier título religioso de su tiempo.

Reflexionemos: ¿Cuántas veces hemos confundido el reconocimiento público con la aprobación divina? La realidad es que muchas personas sin posiciones destacadas en nuestras congregaciones disfrutan de una comunión con Dios que haría palidecer a muchos líderes. Cuando el ego y la ambición de poder se infiltran en nuestro servicio, nos desviamos peligrosamente de lo esencial. El orgullo espiritual puede convertirse en nuestro peor enemigo, haciéndonos creer que somos importantes por lo que hacemos, no por quienes somos ante Dios. La persona verdaderamente humilde comprende que su identidad como hijo amado del Padre Celestial supera infinitamente cualquier título que pueda obtener.

La invitación de este devocional es a regresar a lo fundamental: una relación íntima con Dios. Los títulos pasarán, las posiciones son temporales, pero la intimidad con el Padre es eterna. Jesús mismo advirtió sobre aquellos que, habiendo profetizado y hecho milagros en su nombre, escucharían: «Nunca os conocí» (Mateo 7:23). No es la grandeza de nuestro ministerio lo que impresiona a Dios, sino la profundidad de nuestra relación con Él. En última instancia, lo que permanecerá no será cuán reconocidos fuimos, sino cuánto amamos y fuimos amados. Busquemos, entonces, ser conocidos no por nuestros títulos, sino por nuestros corazones rendidos completamente a Aquel que nos conoce por completo.

Oremos juntos:

Padre Celestial, perdóname por las veces que he buscado títulos y reconocimientos por encima de la intimidad contigo. Ayúdame a recordar que tu mirada está puesta en mi corazón, no en mis logros o posiciones. Enséñame a valorar más los momentos tranquilos en tu presencia que los aplausos de las multitudes. Que como Lázaro, pueda ser conocido simplemente como alguien a quien Jesús ama. Remueve de mí todo orgullo y ambición egoísta, y reemplázalos con un deseo genuino de conocerte más profundamente cada día. En el precioso nombre de Jesús, amén.

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