Cita bíblica:
«Así también la fe, si no tiene obras, está completamente muerta.» (Santiago 2:17)
Reflexión:
En nuestra vida espiritual, a menudo experimentamos una desconexión entre lo que pedimos y lo que hacemos. Por un lado, oramos fervientemente por salud, prosperidad, relaciones restauradas o crecimiento espiritual. Sin embargo, por otro lado, nuestras acciones contradicen completamente estas peticiones. Es como sembrar una semilla y luego negarle agua y luz. Santiago lo expresa con claridad: la fe sin obras está muerta. En efecto, cuando nuestras acciones no respaldan nuestras oraciones, estamos demoliendo con nuestras manos lo que tanto hemos suplicado de rodillas.
En el libro de 1 Crónicas, encontramos el ejemplo del rey Roboam, hijo de Salomón. Inicialmente, buscó la dirección de Dios y fortaleció su reino (2 Crónicas 11:5-12). No obstante, el texto nos revela que «cuando Roboam consolidó el reino y se hizo fuerte, abandonó la ley del Señor, y todo Israel con él» (2 Crónicas 12:1). Las consecuencias fueron devastadoras: el rey de Egipto invadió Jerusalén y se llevó los tesoros del templo. Roboam había pedido a Dios un reino estable, pero con sus propias decisiones y acciones contrarias a la voluntad divina, destruyó lo que tanto había anhelado. Solo cuando se humilló nuevamente, Dios le concedió cierto alivio.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado culpando a Dios por no responder nuestras oraciones, cuando somos nosotros quienes saboteamos las respuestas? Oramos por salud mientras mantenemos hábitos destructivos. Pedimos relaciones saludables mientras alimentamos comportamientos tóxicos. Anhelamos paz financiera pero tomamos decisiones imprudentes con nuestros recursos. La sincronía entre nuestras peticiones y nuestras acciones no es opcional en la vida de fe; es esencial. Debemos preguntarnos: ¿Estoy construyendo o destruyendo lo que le pido a Dios? ¿Mis acciones reflejan la sinceridad de mis oraciones?
La verdadera fe se demuestra en la coherencia. Cuando alineamos nuestras acciones con nuestras peticiones, creamos un canal abierto para que Dios obre poderosamente en nuestra vida. No se trata de ganar el favor de Dios mediante obras, sino de participar activamente en el proceso de bendición que Él desea para nosotros. La sabiduría espiritual nos enseña que Dios no solo quiere darnos cosas, sino transformarnos en el proceso. Por eso, cada oración debe ir acompañada de un compromiso de acción. No destruyamos con imprudencia lo que con tanta devoción hemos pedido. Permitamos que nuestra fe se manifieste en obras concretas que honren a Dios y nos acerquen a Sus propósitos.
Oremos juntos:
Padre Celestial, perdóname por las veces que he saboteado con mis acciones lo que te he pedido en oración. Dame sabiduría para alinear mi conducta con mis peticiones, para que mi fe no sea solo palabras sino una fuerza transformadora en mi vida. Ayúdame a cooperar con tu obra en mí, siendo fiel en lo poco para que puedas confiarme lo mucho. Que mis manos construyan lo que mi corazón te ha pedido de rodillas. En el nombre de Jesús, amén.