Cita bíblica:
«Te alabo porque soy una creación admirable. ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!» – Salmo 139:14
Reflexión:
Existe una paradoja sorprendente en la vida de muchos creyentes: profesamos una fe inquebrantable en un Dios todopoderoso y, sin embargo, dudamos constantemente de nosotros mismos, su creación más preciada. Esta contradicción fundamental revela una desconexión entre nuestra teología y nuestra autoimagen. Si realmente creemos en un Dios perfecto que no comete errores, entonces debemos aceptar que tampoco se equivocó al diseñarnos. De hecho, menospreciar lo que Dios ha creado con tanto esmero es, en esencia, cuestionar Su sabiduría y Su obra. Por consiguiente, una fe auténtica no puede separar la confianza en el Creador de la valoración adecuada de Su creación. Cuando aprendemos a ver nuestra vida a través de esta perspectiva, comenzamos a entender que honrar a Dios también significa honrar lo que Él ha hecho en nosotros.
El Nuevo Testamento nos presenta un poderoso ejemplo de esta verdad en la vida del apóstol Pablo. Inicialmente conocido como Saulo de Tarso, era un perseguidor implacable de la iglesia primitiva, responsable indirectamente de la muerte de muchos creyentes. Sin embargo, tras su encuentro con Cristo en el camino a Damasco, experimentó una transformación radical. A pesar de su turbulento pasado, Pablo nunca permitió que sus errores anteriores definieran su identidad o limitaran su potencial en Cristo. En 1 Corintios 15:10, declara con convicción: «Por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no ha sido en vano». Esta afirmación refleja su profunda comprensión de que reconocer el valor que Dios había depositado en él no era arrogancia, sino una expresión genuina de fe. Más tarde, escribiría a los filipenses: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece», demostrando que su confianza no estaba fundamentada en sus propias habilidades, sino en la obra de Dios en él. Pablo entendió que dudar de su capacidad para cumplir la misión divina habría equivalido a dudar del poder transformador de Dios.
¿Has considerado alguna vez que tu autocrítica persistente podría ser una forma sutil de devaluar la obra maestra de Dios? Cuando te miras al espejo y solo ves defectos, cuando minimizas tus talentos o cuando te convences de que no eres suficiente, estás implícitamente cuestionando el juicio divino. Este no es un asunto trivial, sino una cuestión fundamental de fe. Creer verdaderamente en Dios implica reconocer que fuiste creado con un propósito específico, dotado con dones particulares y amado incondicionalmente. Tu existencia no es accidental ni defectuosa. Por el contrario, eres el resultado de un diseño intencional y amoroso. Al aceptar esta verdad, no estás cayendo en orgullo, sino reconociendo humildemente la grandeza del Artista reflejada en su obra.
En última instancia, entender que creer en Dios implica creer en nosotros mismos transforma nuestra vida espiritual y práctica. Libera nuestro potencial para servir con confianza, amar sin reservas y perseguir valientemente el propósito para el cual fuimos creados. Esta perspectiva no promueve una confianza arrogante basada en nuestros propios méritos, sino una seguridad humilde arraigada en la certeza del amor y la sabiduría de Dios. Como hijos del Altísimo, estamos llamados a honrar a nuestro Padre celestial no solo con nuestra adoración, sino también valorando adecuadamente lo que Él ha creado. Menospreciarnos a nosotros mismos no es humildad; es negar la excelencia del trabajo de Dios. En cambio, reconocer nuestro valor ante Sus ojos nos permite vivir con gratitud, propósito y una fe auténtica que glorifica tanto al Creador como a Su creación.
Oremos juntos:
Padre Celestial, perdóname por las veces que he deshonrado Tu obra al menospreciarme a mí mismo. Reconozco que cada crítica hacia lo que creaste con tanto amor es una falta de fe en Tu perfecta sabiduría. Ayúdame a verme como Tú me ves: una creación admirable, diseñada con propósito y dotada de dones únicos para glorificarte. Dame la valentía para abrazar mi identidad en Ti, no desde el orgullo, sino desde la profunda gratitud por Tu obra en mí. Que mi vida honre tanto al Creador como a Su creación, permitiendo que Tu luz brille a través de los talentos y capacidades que Tú mismo depositaste en mí. En el nombre de Jesús, amén.
Video relacionado:
Eres Bendecido por Manuel Turizo – Una hermosa canción que nos recuerda el valor que tenemos como creación divina y el propósito especial para el cual fuimos diseñados.