Cita bíblica:
«Y, antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Juan 1:48 (RVR1960)
Reflexión:
En un mundo donde muchos anhelan ser vistos y reconocidos, existe una verdad reconfortante: nunca estás realmente solo. A menudo, luchamos con la sensación de invisibilidad, como si nuestros esfuerzos pasaran desapercibidos y nuestras batallas se libraran en silencio. Sin embargo, más allá de las miradas humanas que pueden fallar en percibir nuestra realidad, existe una mirada divina que nunca se aparta. En efecto, Dios observa cada detalle de nuestra vida, no con la frialdad de un espectador, sino con la calidez de un Padre que conoce íntimamente a Sus hijos.
Recordemos aquel encuentro significativo entre Jesús y Natanael. Cuando Felipe le habló a Natanael sobre Jesús, este último expresó escepticismo. No obstante, al encontrarse con Cristo, quedó asombrado cuando Jesús le dijo: «Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Este momento revelador nos muestra que Jesús conocía a Natanael antes de su encuentro físico. Lo había observado en su momento privado, posiblemente orando o meditando bajo la higuera, un lugar donde nadie más lo veía. Esta declaración transformó el escepticismo de Natanael en una profunda confesión de fe: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.»
Quizás hoy te encuentres en una situación donde sientes que nadie percibe tus luchas. Puede que enfrentes batallas internas que no compartes, cargas que llevas en silencio o esfuerzos que realizas sin reconocimiento. Sin embargo, es crucial recordar que, al igual que con Natanael, los ojos de Jesús te contemplan constantemente. Él ve tus lágrimas cuando nadie está cerca para secarlas. Observa tus esfuerzos cuando no hay aplausos que los celebren. Y, más importante aún, conoce los anhelos más profundos de tu corazón que ni siquiera has expresado con palabras.
Esta verdad no es meramente consoladora; es transformadora. Saber que somos plenamente vistos por el Creador del universo cambia nuestra perspectiva sobre la soledad y el reconocimiento. Ya no dependemos exclusivamente de la validación humana, pues entendemos que Aquel cuya opinión realmente importa nos ve en todo momento. Este conocimiento nos libera para vivir con autenticidad, sabiendo que nada queda oculto ante Sus ojos. Además, nos recuerda que así como Él nos ve en nuestras luchas, también está presente para ayudarnos a superarlas, ofreciéndonos Su gracia cuando más la necesitamos.
Oremos juntos:
Padre celestial, te agradezco porque tus ojos siempre están sobre mí. En los momentos donde me siento invisible o incomprendido, recuérdame que Tú me ves completamente. Gracias porque conoces mis luchas silenciosas, mis esfuerzos sin reconocimiento y mis lágrimas derramadas en privado. Ayúdame a encontrar consuelo y fortaleza en Tu mirada amorosa, sabiendo que nada de lo que vivo pasa desapercibido para Ti. Dame la gracia de vivir para Tu aprobación y no solo para el reconocimiento humano. En el nombre de Jesús, amén.
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