Cita bíblica:
Proverbios 31:30 – «Engañosa es la gracia y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.»
Reflexión:
En un mundo donde los valores se invierten constantemente, el Señor nos recuerda el verdadero papel de una madre que le teme y le sirve. Primeramente, debemos entender que el temor a Dios no es miedo paralizante, sino reverencia profunda que transforma nuestras decisiones diarias. Por lo tanto, una madre que teme a Dios orienta su hogar hacia valores eternos, no pasajeros. En consecuencia, sus prioridades reflejan sabiduría divina, no tendencias sociales. Finalmente, esta madre establece un legado espiritual que trasciende generaciones, sembrando semillas de fe que florecerán incluso cuando ella ya no esté.
María, la madre de Jesús, ejemplifica maravillosamente esta verdad. Cuando el ángel Gabriel le anunció que sería madre del Salvador, su respuesta reveló su corazón: «He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra». A pesar del costo social y personal, María abrazó el llamado divino con humildad y obediencia. Posteriormente, la vemos cuidando fielmente a Jesús desde su nacimiento en Belén hasta el pie de la cruz en el Calvario. Además, los evangelios la muestran como una madre que guardaba y meditaba las cosas de Dios en su corazón. Indudablemente, María encarna a esa madre que teme a Dios, cuya vida se convierte en un canal de bendición que impacta no solo a su familia, sino a toda la humanidad.
Hoy quiero recordarte lo que Dice el Señor de una madre que le teme y sirve: tienes un alto valor ante sus ojos. A lo largo del libro de Proverbios, Dios habla a las mamás y las exalta por seguirlo y por su labor. Lo que Dios dice en la Biblia sobre una madre es poderoso: ella es fuerte, sabia, maestra de su hogar, amada y única. Su dependencia de Dios transforma su maternidad en ministerio. ¡Ser mamá es un alto y honroso llamado divino para su vida!
La madre que teme a Dios recibe una promesa especial: «Ésa será alabada». No con la alabanza pasajera del mundo que se enfoca en lo exterior, sino con el reconocimiento eterno que valora el corazón. Por consiguiente, honremos hoy a las madres que sirven al Señor, reconociendo que su labor diaria trasciende lo visible. En efecto, cada oración que elevan, cada palabra de sabiduría que comparten y cada sacrificio que hacen por sus hijos están tejiendo un legado eterno. Ciertamente, una madre que teme a Dios nunca camina sola; el Creador del universo la acompaña, fortalece y guía en la sagrada misión de formar vidas para la eternidad.
Oremos juntos:
Padre Celestial, gracias por el don precioso de las madres que te temen y sirven. Te pido bendigas especialmente a cada madre que lee estas palabras. Fortalece sus manos cansadas, renueva su visión cuando el camino parece difícil, y recuérdales que su labor no es en vano. Ayúdales a cultivar un corazón que te busque primero a Ti, para que sus hogares sean refugios de Tu presencia. Levanta una generación de madres que, como María, digan «hágase conforme a Tu palabra». Y para aquellas que sienten que han fallado, derrama Tu gracia restauradora. En el nombre de Jesús, amén.
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