Cita bíblica:
¿O andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen? – Proverbios 6:28
Reflexión:
En nuestro caminar cristiano, constantemente nos enfrentamos a las tentaciones que el enemigo coloca en nuestro sendero. Por un lado, creemos estar alertas; por otro lado, subestimamos el poder seductor de estas trampas espirituales. Al igual que el proverbio nos advierte sobre la imposibilidad de caminar sobre brasas sin quemarnos, así mismo es imposible coquetear con la tentación sin sufrir consecuencias. De hecho, el diablo es astuto y paciente, observando nuestros movimientos, estudiando nuestras debilidades y esperando el momento preciso para atacar.
El ejemplo más claro de esta estrategia lo encontramos en el principio de los tiempos, cuando el diablo tentó a Eva en el Jardín del Edén. Primero, sembró la duda sobre la palabra de Dios: «¿Conque Dios os ha dicho…?» Luego, apeló a su deseo de conocimiento y sabiduría, sugiriendo que sería «como Dios» al comer del fruto prohibido. Finalmente, atacó su necesidad natural de alimentarse, haciendo que el fruto pareciera «bueno para comer» y «agradable a los ojos». Eva no estaba preparada para este triple ataque: deseo (ser como Dios), debilidad (susceptibilidad a la duda) y necesidad (hambre). Este patrón reveló la estrategia milenaria del enemigo que sigue usando hoy.
¿Nos hemos detenido a considerar cuán vulnerables somos realmente? La Escritura es clara: hay tres puertas principales por las que el diablo intenta entrar en nuestras vidas: deseos, debilidades y necesidades. Cuando identificamos estas áreas, podemos estar mejor preparados para la batalla espiritual. Muchos caemos porque, confiados en nuestra fuerza, nos acercamos demasiado al peligro. Como dice nuestro proverbio, nadie puede caminar sobre brasas sin quemarse. La soberbia espiritual es quizá la mayor debilidad que el enemigo aprovecha.
La buena noticia es que no estamos indefensos ante estas estrategias. Jesús mismo experimentó estas tres tentaciones en el desierto: convertir piedras en pan (necesidad), lanzarse desde el pináculo del templo (debilidad) y recibir todos los reinos del mundo (deseo). Su arma fue la Palabra de Dios, pronunciada con autoridad y convicción. Debemos seguir su ejemplo, fortaleciendo nuestra relación con Dios a través de la oración constante y el estudio bíblico. No podemos jugar con fuego sin quemarnos, pero podemos mantenernos lejos de las brasas, reconociendo nuestras vulnerabilidades y dependiendo completamente de la fortaleza que solo viene del Espíritu Santo.
Oremos juntos:
Padre Celestial, reconocemos que muchas veces hemos subestimado el poder de la tentación y sobreestimado nuestra capacidad para resistirla. Ayúdanos a identificar esas tres puertas por donde el enemigo quiere entrar: nuestros deseos, debilidades y necesidades. Danos discernimiento para reconocer sus estrategias y la humildad para admitir que solo en Tu fuerza podemos vencer. Fortalece nuestra voluntad para no jugar con el fuego que quema. En el poderoso nombre de Jesús, quien venció toda tentación, amén.
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