Cita bíblica:
Éxodo 3:13-15: «Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.»
Reflexión:
En la historia de la humanidad, hemos buscado incansablemente nombrar lo divino, entender aquello que nos supera. Sin embargo, cuando nos detenemos a contemplar el nombre que Dios revela a Moisés, encontramos algo extraordinariamente profundo. YHWH no es solo un nombre, sino una revelación de la esencia divina. Este nombre trasciende nuestra comprensión limitada y nos invita a un encuentro íntimo con Aquel que existe por sí mismo. Por consiguiente, al reflexionar sobre este nombre, no estamos simplemente analizando letras o sonidos, sino descubriendo la naturaleza misma del Creador que ha decidido revelarse a nosotros.
Cuando Moisés se encontró frente a la zarza ardiente en el monte Horeb, mostró un valor excepcional al preguntar directamente a Dios por Su nombre. Este momento representa uno de los encuentros más significativos entre lo humano y lo divino en las Escrituras. En respuesta, Dios le reveló «Yo soy el que soy», que en el hebreo original se registra como YHWH. Este nombre sagrado comunica la auto-existencia de Dios, Su eternidad y Su inmutabilidad. No depende de nada ni de nadie; simplemente ES. Por tanto, cuando Moisés regresó a Egipto con esta revelación, no llevaba consigo solo un nombre, sino la autoridad del Eterno, del único Dios verdadero que había escuchado el clamor de Su pueblo y descendido para liberarlos con brazo poderoso.
¿Has considerado alguna vez que pronuncias el nombre de Dios con cada respiración? Los eruditos han notado que YHWH, escrito sin vocales, representa sonidos de la respiración humana: YH al inhalar, WH al exhalar. Esta perspectiva transforma nuestra comprensión de lo sagrado. Quizás por eso YHWH era considerado inefable; no se debía pronunciar, sino respirar. Desde nuestro primer aliento hasta el último, estamos involuntariamente reconociendo a Aquel que nos da vida. De hecho, cuando estamos ansiosos y nos recomiendan respirar profundamente, podríamos estar invocando inconscientemente el nombre del Creador que nos sustenta.
Esta revelación del nombre divino nos muestra una intimidad con Dios que supera nuestro entendimiento. YHWH no es un dios distante, sino Aquel cuyo nombre llevamos en nuestro propio ser, en cada momento de nuestra existencia. Su nombre está entretejido en el ritmo mismo de nuestra vida, recordándonos constantemente nuestra dependencia de Él. Por lo tanto, cada respiración puede convertirse en una oración silenciosa, una afirmación de fe y un reconocimiento de Su presencia sostenedora. En un mundo que busca complicar lo espiritual, Dios nos ofrece una conexión tan simple y fundamental como el acto de respirar, mostrándonos que vivir en comunión con Él es tan natural como el aliento mismo.
Oremos juntos:
Padre Eterno, YHWH, Tú cuyo nombre portamos en cada respiro que damos, te agradecemos por esta intimidad que has creado con nosotros. Ayúdanos a ser conscientes de tu presencia constante, tan cercana como nuestra propia respiración. Que cada inhalación y exhalación se convierta en un acto de adoración silenciosa, reconociendo que en Ti vivimos, nos movemos y existimos. Enséñanos a descansar en el ritmo de tu nombre, encontrando paz cuando respiramos profundamente tu presencia. En el nombre de Jesús, quien nos reveló tu rostro, amén.
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