Cita bíblica:
(Colosenses 3:23-24) Dios ve nuestro trabajo y nuestra actitud, y es de él que recibiremos la verdadera recompensa. Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño; porque en el sepulcro, adonde te diriges, no hay trabajo ni planes ni conocimiento ni sabiduría.
Reflexión:
En primer lugar, debemos comprender que nuestra actitud hacia la Palabra de Dios es como un espejo que refleja nuestro amor por Él. Cuando nos acercamos a las Escrituras con un corazón receptivo y humilde, no solo estamos leyendo palabras, sino que estamos permitiendo que el Espíritu Santo transforme nuestro ser. Por consiguiente, cada vez que abrimos la Biblia con reverencia y disposición, estamos sembrando semillas de bendición que, en su momento, darán frutos abundantes en nuestra vida espiritual.
Consideremos la hermosa historia del joven Samuel en el templo. En 1 Samuel 3, encontramos a un niño que, al escuchar la voz de Dios, respondió con un corazón dispuesto y obediente. Aunque al principio no reconoció la voz del Señor, su actitud fue siempre de disposición y servicio. «Habla, Señor, que tu siervo escucha», fueron sus palabras, demostrando una actitud ejemplar que lo llevó a convertirse en uno de los profetas más importantes de Israel. Esta respuesta inmediata y su disposición constante nos enseñan cómo Dios honra a quienes se acercan a Él con un corazón genuino.
¿Cuál es nuestra actitud cuando abrimos la Palabra de Dios? ¿Nos acercamos a ella como un deber religioso o como una oportunidad de encuentro con nuestro Creador? La manera en que respondemos a estas preguntas determina en gran medida la profundidad de nuestra relación con Dios y las bendiciones que recibiremos. No se trata solo de leer la Biblia, sino de permitir que ella nos lea a nosotros.
La actitud con la que nos acercamos a la Palabra de Dios es fundamental para nuestra vida espiritual. Cuando la abordamos con reverencia, humildad y disposición para ser transformados, Dios honra esa actitud con sabiduría, discernimiento y una relación más profunda con Él. No olvidemos que cada momento dedicado a Su Palabra con la actitud correcta es una inversión en nuestra eternidad.
ORACIÓN:
«Padre Celestial, te pido que transformes mi corazón y mi actitud hacia Tu Palabra. Ayúdame a acercarme a ella cada día con humildad y disposición para ser transformado. Que como Samuel, pueda decir siempre ‘Habla, Señor, que tu siervo escucha’. En el nombre de Jesús, amén.»