Cita bíblica:
Proverbios 17:5: «El que escarnece al pobre afrenta a su Hacedor; y el que se alegra de la calamidad no quedará sin castigo.»
Reflexión:
En un mundo donde las palabras fluyen sin control a través de nuestros labios y dispositivos digitales, es crucial reconocer el poder devastador que pueden tener nuestras burlas. Cada palabra que pronunciamos tiene el potencial de edificar o destruir, de sanar o herir profundamente. Sin embargo, muchas veces no somos conscientes del impacto duradero que nuestras burlas pueden tener en la vida de otros, creando heridas que pueden tardar años en sanar.
La Biblia nos muestra un ejemplo poderoso en 2 Samuel 6:16-23, donde Mical, la esposa de David, se burló de él cuando lo vio danzando con toda su alma delante del Señor. Su corazón lleno de desprecio la llevó a menospreciar el acto de adoración sincera de David. Como consecuencia de su burla y actitud desdeñosa, Mical fue castigada con esterilidad hasta el día de su muerte. Esta historia nos enseña que Dios toma muy en serio las palabras que usamos para menospreciar a otros.
En la era digital, las redes sociales se han convertido en un campo fértil para los burladores. Cada día, miles de personas son víctimas de burlas y comentarios hirientes que pueden marcar sus vidas para siempre. Como hijos de Dios, estamos llamados a ser diferentes, a usar nuestras palabras para edificar y no para destruir. Debemos preguntarnos: ¿estamos siendo instrumentos de bendición o de maldición con nuestras palabras?
La lengua tiene el poder de vida y muerte. Cuando elegimos burlarnos de alguien, no solo lastimamos a esa persona, sino que también entristecemos el corazón de Dios. Él nos creó para bendecir, para ser luz en medio de la oscuridad, para levantar a los caídos y no para hundir más a los que ya están heridos. Que nuestras palabras sean siempre un reflejo del amor de Cristo.
🙏Oremos Juntos:
Amado Padre, perdóname por las veces que he usado mis palabras para herir a otros. Ayúdame a ser consciente del poder que tienen mis palabras y a usarlas para edificar y no para destruir. Que mi boca sea instrumento de tu amor y que mis palabras sean siempre un reflejo de tu gracia. En el nombre de Jesús, amén.