Cita bíblica:
Salmo 136 : 26: «Den gracias al Dios de los cielos, porque su amor es eterno»
Reflexión:
En nuestro caminar diario, es fácil caer en el hábito de la queja. Sin embargo, cuando nos detenemos a considerar las innumerables bendiciones que Dios ha derramado sobre nosotros, nuestra perspectiva cambia radicalmente. Como nos recuerda el Salmo 136:26: «Den gracias al Dios de los cielos, porque su amor es eterno». Este versículo nos invita a una actitud de constante agradecimiento, reconociendo que cada bendición, grande o pequeña, es un regalo del amor eterno de Dios. Cuando elegimos dar gracias en lugar de quejarnos, no solo honramos a Dios, sino que también transformamos nuestra propia experiencia de vida.
La Biblia nos ofrece ejemplos poderosos de gratitud en medio de circunstancias difíciles. Pensemos en Pablo y Silas, quienes estando prisioneros en Filipos, con sus pies en el cepo y sus espaldas laceradas por los azotes, decidieron cantar himnos de alabanza a Dios en medio de la noche (Hechos 16:25). No eligieron quejarse de su injusto encarcelamiento ni de su dolor físico. En cambio, centraron su atención en Dios y en Su bondad, dándole gloria a través de sus cánticos. Esta actitud no solo trajo paz a sus corazones, sino que también se convirtió en un poderoso testimonio que culminó con la salvación del carcelero y su familia. Su ejemplo nos desafía a alabar a Dios incluso cuando nuestras circunstancias parecen justificar la queja.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado quejándonos de lo que nos falta, en lugar de agradecer por lo que tenemos? Mientras lamentamos tener un hogar que limpiar, otros anhelan un techo bajo el cual dormir. Cuando nos quejamos por el tráfico al ir al trabajo, olvidamos que muchos desearían tener empleo. Nuestros hijos pueden exasperarnos con su energía y desorden, pero son una bendición que muchos corazones anhelan experimentar. Incluso las dificultades que enfrentamos son oportunidades para crecer, fortalecer nuestra fe y experimentar la fidelidad de Dios. Cada nuevo amanecer es un regalo, cada respiración una gracia, cada experiencia una oportunidad para dar gloria a Dios.
La práctica constante de la gratitud transforma profundamente nuestra vida espiritual. Cuando elegimos dar gracias en vez de quejarnos, nuestros ojos se abren para ver las bendiciones que antes pasábamos por alto. La gratitud cultiva en nosotros un corazón contento, capaz de experimentar gozo incluso en tiempos difíciles. Además, el agradecimiento nos conecta con la presencia de Dios, recordándonos Su fidelidad y amor eterno. Como nos enseña 1 Tesalonicenses 5:18: «Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús». La gratitud no es solo una respuesta emocional; es un acto de obediencia y adoración que glorifica a Dios y testifica de Su bondad ante los demás.
Oremos Juntos:
Padre Celestial, perdóname por las veces que he elegido la queja en lugar de la gratitud. Abre mis ojos para ver tus bendiciones diarias y dame un corazón que rebose de agradecimiento. Ayúdame a glorificarte en toda circunstancia, recordando siempre que tu amor es eterno. En el nombre de Jesús, amén.