Cita bíblica:
1 Tesalonicenses 5:22-23: 22 Absteneos de toda especie de mal. 23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Reflexión:
En este caminar cristiano, la abstinencia se presenta como un poderoso escudo protector que Dios ha diseñado para guardarnos. No obstante, muchos creyentes suelen ver la abstinencia como una restricción que limita su libertad, sin comprender que, en realidad, es un regalo divino para protegernos del mal. Por lo tanto, cuando decidimos abstenernos de toda especie de mal, estamos permitiendo que el Espíritu Santo opere libremente en nuestras vidas, transformándonos y santificándonos para la gloria de Dios.
La vida de Daniel nos presenta un poderoso testimonio sobre el poder de la abstinencia. Cuando fue llevado cautivo a Babilonia, se enfrentó a la tentación de contaminarse con los manjares del rey. Sin embargo, Daniel «propuso en su corazón no contaminarse» (Daniel 1:8) y eligió una dieta simple. Esta decisión de abstenerse no solo lo preservó espiritualmente, sino que también le trajo bendición física y sabiduría superior. Como resultado, Daniel y sus amigos fueron encontrados diez veces mejores que todos los demás, demostrando que la abstinencia nos posiciona para recibir el favor de Dios.
Querido lector, es crucial comprender que cada vez que cedemos a nuestros deseos carnales en lugar de practicar la abstinencia, creamos una brecha en nuestra relación con Dios. Los hábitos que cultivamos determinan nuestra trayectoria espiritual. Aunque seas talentoso, sin la disciplina de la abstinencia, tu potencial quedará limitado. La verdadera victoria espiritual no radica en nuestras capacidades, sino en nuestra disposición a someternos a la disciplina divina.
La abstinencia es más que una simple restricción; es una expresión de amor y obediencia a Dios que nos protege y nos prepara para Su gloria. Cuando nos abstenemos del mal, estamos declarando nuestra confianza en la suficiencia de Dios y Su poder para satisfacer nuestras necesidades. Esta disciplina espiritual nos transforma progresivamente, alineando nuestro espíritu, alma y cuerpo con Su perfecta voluntad.
Oremos Juntos:
Amado Padre Celestial, te pido la gracia y la fortaleza para practicar la abstinencia en todas las áreas de mi vida. Ayúdame a reconocer y resistir toda forma de mal, sabiendo que Tú eres mi protector y sustentador. Que mi vida sea un testimonio de Tu poder santificador. En el nombre de Jesús, amén.