Cita bíblica:
apocalipsis 5:8 Y cuando tomó el rollo, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y llevaba copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios.
Reflexión:
La humildad es la llave que abre las puertas del cielo a nuestras oraciones. Cuando nos acercamos a Dios con un corazón contrito y una actitud humilde, nuestras súplicas se elevan como incienso fragante ante Su trono. No obstante, a menudo nos preguntamos si nuestras oraciones son realmente escuchadas. Sin embargo, la Escritura nos asegura que desde el momento en que decidimos humillarnos, Dios inclina Su oído hacia nosotros.
La historia de Daniel nos proporciona un ejemplo poderoso de cómo la humildad en la oración puede mover la mano de Dios. En Daniel 10, encontramos al profeta ayunando y orando por su pueblo durante tres semanas. Aunque la respuesta tardó en llegar, un ángel finalmente le reveló que su oración había sido escuchada desde el primer día. Este relato nos enseña que, aunque no veamos resultados inmediatos, nuestras oraciones humildes son atendidas instantáneamente en el reino espiritual.
A veces, podemos sentirnos desalentados cuando nuestras oraciones parecen quedar sin respuesta. Sin embargo, es crucial recordar que las oraciones ofrecidas con humildad no tienen fecha de caducidad. Dios las atesora como incienso en copas de oro, como nos muestra Apocalipsis 5:8. Cada súplica es preciosa para Él y será respondida en Su tiempo perfecto. La paciencia y la perseverancia en la oración son tan importantes como la humildad misma.
En conclusión, la humildad en la oración no solo asegura que nuestras peticiones sean escuchadas, sino que también transforma nuestro corazón. Al reconocer nuestra dependencia de Dios y someternos a Su voluntad, nos alineamos con Sus propósitos eternos. Nuestras oraciones humildes se convierten en un acto de adoración, un incienso agradable que asciende al trono de la gracia, donde el Cordero intercede por nosotros continuamente.
Oración:
Padre celestial, te agradecemos porque escuchas nuestras oraciones desde el momento en que nos humillamos ante ti. Ayúdanos a mantener un corazón contrito y una actitud humilde en nuestra vida de oración. Que nuestras súplicas sean como incienso agradable ante tu presencia. En el nombre de Jesús, amén.