Cita bíblica:
«Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación.» – Habacuc 3:17-18
Reflexión:
En un mundo donde constantemente buscamos apoyo en personas y circunstancias, necesitamos recordar que solo Dios es nuestra roca inmovible. En primer lugar, debemos entender que nuestro gozo no puede depender de lo cambiante y pasajero. Cuando fundamentamos nuestra felicidad en condiciones externas, nos exponemos a constantes altibajos emocionales. Por consiguiente, es esencial construir nuestra vida sobre el único fundamento que permanece inalterable: Dios mismo. Finalmente, cuando descubrimos que nuestra fe y alegría están ancladas únicamente en el Señor, experimentamos una libertad que nos permite atravesar cualquier tormenta con paz inquebrantable.
La historia del profeta Daniel nos ilustra perfectamente esta verdad. Arrancado de su tierra natal cuando era apenas un joven, Daniel fue llevado a un país extranjero con costumbres y creencias opuestas a las suyas. Sin embargo, a pesar de las circunstancias adversas, decidió que su fe y alegría dependerían únicamente de Dios. Cuando se le prohibió orar a su Dios bajo pena de muerte, Daniel no vaciló. Abrió sus ventanas hacia Jerusalén y continuó orando tres veces al día como acostumbraba. Incluso cuando fue arrojado al foso de los leones, su confianza permaneció inquebrantable. Daniel había comprendido que su gozo no podía depender de la aprobación del rey, ni su fe de la libertad religiosa que le concedieran. Su relación con Dios trascendía las circunstancias, y por eso mismo, el Señor cerró las bocas de los leones y lo libró de una muerte segura, manifestando Su gloria ante toda Babilonia.
¿Alguna vez has orado al Señor para que cambie a alguien o alguna situación? ¿Y qué tal si en vez de pedir esto le dices que te cambie a ti? Hay situaciones externas que no podemos controlar ni cambiar, pero sí podemos modificar nuestra reacción o nuestra postura frente a esta clase de circunstancias. Quizás el problema no es la situación en sí, sino cómo dependemos de ella para nuestra felicidad. Si tu gozo depende de que otra persona cambie, estarás constantemente decepcionado. La verdadera transformación comienza cuando le pedimos a Dios que nos dé Su perspectiva y Su paz, independientemente de lo que suceda a nuestro alrededor.
Finalmente, debemos comprender que anclar nuestro gozo y fe únicamente en Dios no es una postura pasiva ante la vida, sino la decisión más activa y revolucionaria que podemos tomar. Esta dependencia exclusiva de Dios nos libera de la tiranía de las circunstancias cambiantes y nos permite responder desde un lugar de fortaleza interior. Así como el salmista declaró: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?» (Salmo 27:1), nosotros también podemos experimentar esa misma confianza inquebrantable. Cuando nuestro gozo está cimentado en la fidelidad eterna de Dios y no en la inestabilidad de este mundo, descubrimos una fuente de alegría inagotable que fluye incluso en los desiertos más áridos de nuestra vida.
Oremos juntos:
Amado Padre celestial, reconozco que muchas veces he depositado mi fe y mi gozo en personas y circunstancias que son pasajeras. Perdóname por buscar en lo temporal lo que solo Tú puedes darme eternamente. Hoy decido, como Daniel, que mi alegría y mi confianza estarán fundamentadas únicamente en Ti. Ayúdame a no depender de cambios externos para mi felicidad, sino a experimentar la paz que sobrepasa todo entendimiento, aun en medio de las situaciones más difíciles. Transfórmame a mí antes que a mis circunstancias, y enséñame a ver con Tus ojos cada desafío que enfrento. En el precioso nombre de Jesús. Amén.
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