Cita bíblica:
«Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.» – Mateo 5:11-12
Reflexión:
En un mundo que celebra la conformidad y rechaza lo diferente, ser cristiano genuino frecuentemente nos coloca en el punto de mira del desprecio social. A menudo experimentamos rechazo no por nuestros errores, sino precisamente por mantenernos fieles a los valores del Reino. En primer lugar, debemos entender que este desprecio no es algo accidental sino esperado. Jesús mismo advirtió que el mundo nos odiaría porque primero lo odió a Él. Sin embargo, este rechazo, lejos de ser una señal de fracaso, puede convertirse en la mayor evidencia de que estamos caminando fielmente tras las pisadas del Maestro. Por lo tanto, el desprecio que recibimos por causa de Cristo no debe desanimarnos sino confirmarnos que estamos en el camino correcto.
La Escritura está repleta de ejemplos de creyentes que enfrentaron el desprecio con dignidad sobrenatural. Quizás ninguno tan conmovedor como el de Esteban, el primer mártir cristiano. Mientras proclamaba valientemente la verdad ante el Sanedrín, sus rostros se contorsionaron de ira. El relato en Hechos 7 describe cómo estos líderes religiosos, enfurecidos por su mensaje, «crujían los dientes contra él». La hostilidad escaló rápidamente hasta que, tomándolo con violencia, lo arrastraron fuera de la ciudad para apedrearlo. En ese momento crucial, cuando las piedras golpeaban su cuerpo y la vida se escapaba de él, Esteban manifestó una respuesta sobrehumana. En lugar de maldecir a sus verdugos o suplicar por su vida, miró al cielo y vio la gloria de Dios. Sus últimas palabras fueron una oración por aquellos que lo asesinaban: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado». Su rostro, según testigos, brillaba como el de un ángel. Esteban entendió que el desprecio terrenal era insignificante comparado con la aprobación divina.
Querido hermano, hermana que me lees hoy, ¿has sentido el aguijón del rechazo por ser fiel a tus convicciones cristianas? Quizás en tu lugar de trabajo te excluyen por no participar en conversaciones impuras, o tal vez tus decisiones basadas en principios bíblicos te han ganado la burla de compañeros o familiares. Recuerda que cada desaire por causa de tu fe es una medalla de honor en el Reino de Dios. Estas pruebas temporales no son comparables con la gloria venidera. Por ello, no permitas que el miedo al rechazo diluya tu testimonio. En vez de eso, que tu anhelo más profundo sea agradar cada día más a quien entregó su vida por ti en la cruz.
El desprecio por seguir a Cristo no es una anomalía, sino parte del camino que todo discípulo genuino debe recorrer. La historia de la Iglesia está escrita con la sangre de mártires que consideraron un privilegio sufrir por el nombre de Jesús. Desde los primeros cristianos en las arenas romanas hasta los creyentes perseguidos actualmente en diversas naciones, todos comparten un denominador común: valoraron más la aprobación de Dios que la aceptación humana. Este es el secreto de una fe inquebrantable. Cuando fundamentamos nuestra identidad en lo que Cristo piensa de nosotros, las opiniones ajenas pierden su poder sobre nuestro corazón. Permitamos que cada experiencia de rechazo nos impulse a un nivel más profundo de intimidad con Dios, recordando que nuestro verdadero hogar no está en este sistema temporal, sino en el Reino eterno donde el desprecio se transformará en honra inimaginable.
Oremos juntos:
Amado Padre Celestial, te doy gracias porque tu Hijo Jesús conoce perfectamente lo que es ser despreciado y rechazado. En los momentos cuando me siento menospreciado por vivir conforme a tus principios, recuérdame que no sigo un camino fácil, sino un camino santo. Dame la fortaleza de Esteban para responder con amor ante el desprecio, y la visión espiritual para ver tu gloria aun en medio de las pruebas. Que mi anhelo de agradarte supere cualquier deseo de aceptación humana. Ayúdame a recordar que cada rechazo por causa de tu nombre es una oportunidad para identificarme más con Cristo. Que mi vida sea un testimonio tan auténtico que, aunque algunos me desprecien, otros puedan ser atraídos a ti. En el poderoso nombre de Jesús, amén.
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