Cita bíblica:
Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. – Santiago 1:6
Reflexión:
En nuestro caminar cristiano, frecuentemente nos encontramos ante situaciones que sacuden nuestros cimientos. Sin embargo, es precisamente en estos momentos de prueba cuando el enemigo aprovecha para lanzar su ataque más efectivo: sembrar la duda sobre la bondad de Dios. Esta estrategia, aunque sutil, busca erosionar nuestra confianza en el carácter divino. Por lo tanto, reconocer este patrón es fundamental para nuestra defensa espiritual. No obstante, debemos entender que las dudas no surgen de la nada, sino que se alimentan de nuestras experiencias dolorosas, interpretaciones equivocadas y heridas no sanadas.
Recordemos la vida de Job, un hombre íntegro y temeroso de Dios. En un solo día, perdió sus posesiones, sus hijos y posteriormente su salud. Cubierto de llagas y sentado sobre ceniza, escuchaba los consejos desacertados de sus amigos y el susurro constante de la duda. El verdadero blanco de Satanás no era simplemente hacerle sufrir físicamente, sino destruir su fe. Cada pérdida, cada dolor, cada llaga tenía un propósito más profundo: hacer que Job maldijera a Dios y dudara de Su bondad. Sin embargo, en medio de su indescriptible sufrimiento, Job declaró: «Aunque él me matare, en él esperaré». Esta afirmación revela que, a pesar de no entender el propósito detrás de su sufrimiento, Job se negó a dudar del carácter bondadoso de Dios.
¿Cuál es realmente el objetivo del enemigo en nuestras vidas? No es simplemente causarnos dolor, enfermedad o pérdida. Estas son apenas herramientas para su verdadero propósito: hacernos dudar de que Dios es bueno. Cuando enfrentamos dificultades, la tentación es pensar: «Esto me ocurre porque Dios no me ama» o «He sido abandonado». Es entonces cuando la estrategia del enemigo triunfa. Por el contrario, cuando en medio de la crisis declaramos «No sé cómo, pero sé que Dios es fiel y me sacará de esto», estamos frustrando el plan del adversario.
Esta verdad transforma nuestra perspectiva sobre las pruebas. Lo que está en juego no es simplemente nuestra comodidad o bienestar temporal, sino nuestra confianza en la bondad inmutable de Dios. Cuando entendemos que cada ataque busca destruir nuestra fe más que nuestra vida, podemos responder con una firme declaración de confianza. El enemigo puede quitarnos muchas cosas, pero jamás debe arrebatarnos la certeza de que servimos a un Dios bueno, que obra todas las cosas para bien de quienes le aman. Por consiguiente, mantengamos firme esta confesión de esperanza, pues fiel es el que prometió.
Oremos juntos:
Padre celestial, en los momentos cuando no entiendo tus caminos y el dolor parece nublar mi visión, ayúdame a recordar tu bondad inquebrantable. Que como Job, pueda declarar mi confianza en ti aun cuando no comprenda. Fortalece mi fe para resistir las dudas que el enemigo siembra, y dame la sabiduría para reconocer sus estrategias. Que mi testimonio sea como el de Job, inquebrantable en la certeza de tu amor, aun en medio de las pruebas más severas. En el nombre de Jesús, amén.
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