Cita bíblica:
«Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.» Isaías 55:8-9
Reflexión:
Cuando mostramos el más mínimo gesto de acercarnos a Dios, Él no duda en responder con inmensidad. A menudo, pensamos que necesitamos grandes actos de fe para captar Su atención, pero la realidad es completamente diferente. En efecto, nuestro Padre celestial está constantemente atento, esperando cualquier señal, por pequeña que sea, para manifestar Su presencia en nuestras vidas. Por consiguiente, cada suspiro de necesidad, cada oración susurrada, cada lágrima derramada en silencio es percibida por Él. Sin embargo, debemos entender que Sus caminos no son nuestros caminos, y Su tiempo perfecto puede diferir de nuestras expectativas inmediatas.
La historia de la muerte de Lázaro ilustra poderosamente esta verdad. Cuando Marta y María enviaron un mensaje a Jesús informándole que su hermano estaba enfermo, esperaban una respuesta inmediata. No obstante, Jesús demoró deliberadamente su llegada. Para cuando arribó a Betania, Lázaro llevaba cuatro días en el sepulcro. Con lágrimas en los ojos, Marta expresó: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto». A simple vista, parecía que Jesús había llegado demasiado tarde. Sin embargo, el retraso tenía un propósito divino: manifestar la gloria de Dios de una manera que nadie podría olvidar. Al ordenar «¡Lázaro, ven fuera!», Jesús no solo respondió a la señal de necesidad de las hermanas, sino que transformó completamente la situación, convirtiendo el duelo en celebración.
En nuestra limitada perspectiva humana, frecuentemente intentamos encasillar a Dios en nuestros tiempos y formas. Cuando no vemos una respuesta inmediata, podemos sentirnos abandonados o ignorados. Sin embargo, es crucial comprender que Dios nunca llega tarde; Él siempre actúa en el momento preciso conforme a Su sabiduría infinita. Nuestros pensamientos no son Sus pensamientos, ni nuestros caminos son Sus caminos. El reloj divino marca un tiempo perfecto que, aunque incomprensible para nosotros, está perfectamente calibrado para nuestro mayor bien.
La enseñanza fundamental es que Dios honra incluso nuestros más pequeños pasos hacia Él. Como el padre del hijo pródigo, que divisó a su hijo cuando aún estaba lejos y corrió a su encuentro, nuestro Dios celestial está siempre atento, listo para responder a nuestro menor movimiento hacia Él. Por lo tanto, no debemos desanimarnos si la respuesta parece tardar. En vez de ello, debemos perseverar en la fe, sabiendo que cada señal que le mostramos a Dios es recibida con amor infinito. Además, podemos tener la certeza de que cuando Él finalmente actúe, Su respuesta excederá nuestras expectativas, transformando nuestras situaciones imposibles en testimonios de Su gloria.
Oremos juntos:
Padre celestial, gracias porque estás atento a cada señal que te mostramos. Perdóname por las veces que he dudado de tu respuesta cuando no llegaba en mi tiempo. Ayúdame a confiar en que tus pensamientos son más altos que los míos y tus caminos perfectos. Dame paciencia para esperar tu momento exacto, sabiendo que nunca llegas tarde. Que cada mañana pueda levantarme con expectativa, preguntando: «Señor, ¿qué harás hoy conmigo?». Amén.
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