Cita bíblica:
«Pero Moisés respondió: ‘¿Y qué si no me creen ni me escuchan, y dicen: No se te ha aparecido el Señor?’ Entonces el Señor le preguntó: ‘¿Qué es eso que tienes en la mano?’ ‘Una vara’, contestó Moisés.» – Éxodo 4:1-2
Reflexión:
En nuestra búsqueda constante de crecimiento espiritual y personal, con frecuencia cometemos el error de enfocarnos en lo que nos falta en lugar de valorar lo que ya poseemos. Al principio, puede parecer natural dirigir nuestra atención hacia nuestras carencias, limitaciones o aquello que anhelamos conseguir. Sin embargo, la palabra de Dios nos enseña repetidamente que el verdadero crecimiento comienza cuando reconocemos y utilizamos los recursos, talentos y bendiciones que ya están en nuestras manos. En efecto, Dios rara vez nos pide lo que no tenemos; en cambio, nos pregunta, como lo hizo con Moisés: «¿Qué es eso que tienes en la mano?». Por lo tanto, el primer paso hacia el cumplimiento de nuestro propósito divino no es adquirir algo nuevo, sino reconocer el valor de lo que ya poseemos por gracia divina.
La historia de Moisés nos proporciona un ejemplo poderoso de este principio. Cuando Dios lo llamó para liberar a Israel de la esclavitud egipcia, Moisés se centró inmediatamente en sus limitaciones: su falta de elocuencia, autoridad y credibilidad. Ante estas objeciones, Dios no le otorgó instantáneamente nuevas habilidades; en su lugar, le formuló una pregunta reveladora: «¿Qué es eso que tienes en la mano?». Una simple vara de pastor, aparentemente insignificante, se convirtió en el instrumento divino para realizar milagros asombrosos. Esa vara ordinaria dividió el Mar Rojo, sacó agua de la roca y demostró el poder de Dios ante Faraón. Asimismo, cuando los discípulos enfrentaron el desafío de alimentar a cinco mil personas, Jesús no creó comida de la nada; comenzó preguntando: «¿Cuántos panes tenéis?» y partió de los cinco panes y dos peces que un niño ofreció. El patrón es claro: Dios toma lo que tenemos, por insignificante que parezca, y lo multiplica para cumplir propósitos mayores que nuestra imaginación puede concebir.
¿Has considerado que quizás la solución a tus desafíos actuales no está en lo que te falta, sino en lo que ya tienes? Reflexiona por un momento: no podemos controlar las circunstancias externas que nos rodean, pero sí tenemos dominio sobre nuestra actitud, nuestras decisiones y cómo utilizamos los recursos que Dios ha puesto en nuestras manos. El Espíritu Santo está listo para guiarte, para mostrarte cómo lo que parece insuficiente puede convertirse en más que suficiente cuando se entrega a Dios con fe. Tu perseverancia, tu negativa a rendirte, tu disposición para comenzar con lo poco que tienes—todo esto constituye el terreno fértil donde Dios planta milagros. Como dijo Jesús, la fe del tamaño de una semilla de mostaza puede mover montañas.
La lección aquí es profundamente transformadora: la abundancia no siempre viene de tener más, sino de valorar mejor lo que ya tenemos. David no necesitó la armadura de Saúl para vencer a Goliat; usó su honda y cinco piedras lisas. La viuda de Sarepta no necesitó llenar su despensa; con un puñado de harina y un poco de aceite, alimentó al profeta Elías y a su familia durante una hambruna. Ester no requirió un ejército; utilizó su posición y valentía para salvar a su pueblo. En cada caso, estos siervos de Dios miraron más allá de sus limitaciones evidentes y se concentraron en lo que podían hacer con lo que tenían. Y así, Dios nos invita hoy a hacer un inventario de nuestros recursos, talentos, relaciones y oportunidades, reconociendo que nuestro Padre celestial puede multiplicarlos de maneras que superan nuestra comprensión. Al adoptar esta mentalidad de abundancia basada en la gratitud, no solo honramos al Dador de todo bien, sino que nos posicionamos para recibir más de Su maravillosa provisión.
Oremos juntos:
Padre Celestial, hoy vengo ante ti reconociendo que a veces me he enfocado tanto en lo que me falta que he ignorado las abundantes bendiciones que ya has puesto en mis manos. Perdóname por subestimar los dones, talentos y recursos que me has confiado. Abre mis ojos para ver, como Moisés, que lo que parece ordinario puede convertirse en extraordinario cuando se entrega a ti. Espíritu Santo, dame sabiduría para utilizar lo que tengo de manera que glorifique a Dios y bendiga a otros. Ayúdame a mantener una actitud de gratitud y a perseverar cuando enfrente obstáculos. Señor, toma mi «vara» —lo poco o mucho que tengo— y multiplícalo para tu gloria. Te entrego lo que soy y lo que tengo, confiando en que tú harás mucho más de lo que puedo pedir o imaginar. En el poderoso nombre de Jesús, amén.