Cita bíblica:
«Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.» (Mateo 5:14-16)
Reflexión:
En un mundo donde la oscuridad parece dominar cada rincón, Dios nos llama a brillar intensamente con la luz de Cristo. Sin embargo, a menudo descubrimos una verdad incómoda: nuestro brillo puede molestar a quienes prefieren permanecer en tinieblas. A medida que crecemos espiritualmente y desarrollamos los dones que Dios nos ha dado, inevitablemente atraemos miradas. Por un lado, inspiramos a muchos que ven en nosotros el reflejo del amor divino; por otro lado, enfrentamos resistencia de aquellos que se sienten amenazados por nuestro resplandor. No obstante, debemos recordar que fuimos creados para brillar, no para escondernos.
La Biblia nos muestra claramente este fenómeno en la relación entre el rey Saúl y el joven David. Tras la victoria sobre Goliat, David ganó rápidamente el favor del pueblo. Cuando regresaban de la batalla, las mujeres salían cantando: «Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles» (1 Samuel 18:7). Este reconocimiento público despertó una envidia profunda en Saúl, quien desde ese día miró a David con recelo y buscó su destrucción. A pesar de que David servía fielmente al rey y nunca buscó usurpar su trono, la inseguridad de Saúl lo llevó a perseguir a quien Dios había ungido. El brillo de David, manifestado en sus victorias, talentos y favor divino, resultó insoportable para un rey que se alejaba cada vez más del corazón de Dios.
¿Cuántas veces hemos disminuido nuestros dones para no incomodar a otros? Debemos entender que el brillo incomoda, no al que lo emite sino al que recibe su reflejo. Las críticas destructivas y los susurros a nuestras espaldas suelen venir de personas inseguras que ven en nuestros talentos una amenaza. Nunca debemos apagar nuestra luz para hacer sentir bien a quienes no pueden soportarla. Recuerda que tus dones no son para tu gloria personal, sino para iluminar el camino hacia Cristo. Si tu brillo causa incomodidad, quizás estás exactamente donde Dios quiere que estés, desafiando la oscuridad y revelando verdades que necesitan ser vistas.
Al final, lo que verdaderamente importa no es la aprobación humana sino la divina. Cuando enfrentemos resistencia por brillar, recordemos las palabras de Pablo en Gálatas 1:10: «¿Acaso busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.» El Señor nos aplaude cuando usamos los dones que Él mismo nos dio. No fuimos llamados a la mediocridad o al conformismo, sino a la excelencia que refleja la gloria de nuestro Creador. Brilla sin temor, porque tu luz no viene de ti mismo, sino de Cristo que vive en ti. Y ese resplandor, aunque incomode a algunos, puede ser precisamente lo que otros necesitan para encontrar el camino hacia Dios.
Oremos juntos:
Padre Celestial, gracias por llamarme a ser luz en este mundo. Dame el valor para brillar intensamente aun cuando enfrente oposición o envidia. Ayúdame a recordar que mi luz proviene de ti y tiene el propósito de glorificar tu nombre, no el mío. Cuando las críticas vengan, fortalece mi espíritu para no disminuir los dones que me has dado por complacer a otros. Que mi vida sea un faro que guíe a las personas hacia ti, y que mi brillo siempre refleje tu amor y tu verdad. En el nombre de Jesús, amén.
Video relacionado:
La Luz & Enciende Una Luz – Su Presencia FT. Marcos Witt
