Cita bíblica:
«El que encubre su pecado no prosperará; mas el que lo confiesa y se aparta alcanzará misericordia.» – Proverbios 28:13
Reflexión:
En la vida, a menudo nos encontramos en una encrucijada moral donde debemos elegir entre el bien y el mal. Sin embargo, es común justificar nuestras malas decisiones basándonos en experiencias pasadas dolorosas. No obstante, debemos comprender que, aunque no podemos controlar lo que nos sucede, siempre tenemos el poder de decidir cómo responder. Por lo tanto, ser bueno o malo no es cuestión de lo que hayamos vivido, sino de una decisión consciente que tomamos cada día. En consecuencia, nuestro carácter se forja no por nuestras circunstancias, sino por nuestras elecciones.
Consideremos el ejemplo supremo de Jesucristo, quien vivió la injusticia más grande jamás cometida. A pesar de ser completamente inocente, Jesús sufrió humillación, tortura y una muerte cruel en la cruz. Sin embargo, en medio de este indescriptible sufrimiento, no eligió la venganza ni la amargura. Por el contrario, miró más allá de su dolor personal y vio nuestro mayor bien. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen,» fueron sus palabras desde la cruz. Cristo no permitió que las circunstancias dictaran su respuesta moral; sabía que su sacrificio era por amor a nosotros y nuestra salvación. No eligió devolver mal por mal, sino que pensó en nosotros hasta el final.
A menudo vemos personas que justifican su comportamiento destructivo basándose en traumas pasados. Han sido heridos y, como resultado, deciden infligir ese mismo dolor a otros, perpetuando así un ciclo de sufrimiento. Esta cadena de maldad puede extenderse por generaciones cuando permitimos que nuestras heridas dicten nuestras acciones. Lo trágico es que, buscando venganza por el dolor sufrido, solo logran multiplicar su propio sufrimiento. No se dan cuenta de que este camino conduce a mayor amargura, resentimiento y dureza de corazón. Cristo ofrece una alternativa: sanidad completa de las heridas pasadas y la oportunidad de convertirse en una nueva criatura, libre de las cadenas que nos han mantenido cautivos.
La verdadera libertad reside en romper el ciclo del mal, no en perpetuarlo. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a elegir el perdón sobre la venganza, la bondad sobre la crueldad, incluso cuando nuestras experiencias pasadas parecen justificar lo contrario. Proverbios nos enseña que encubrir nuestras heridas y justificar nuestras malas decisiones solo nos lleva a la ruina, mientras que confesar nuestro dolor y apartarnos del camino destructivo nos conduce a la misericordia. Por consiguiente, cada día tenemos la oportunidad de decidir quiénes queremos ser, independientemente de lo que hayamos vivido. Elegir el bien no significa negar nuestro dolor, sino transformarlo en un testimonio de la gracia redentora de Dios.
Oremos juntos:
Padre Celestial, te agradecemos por tu ejemplo perfecto en Jesús, quien eligió el amor a pesar del sufrimiento. Ayúdanos a romper ciclos destructivos y a tomar decisiones que reflejen tu carácter, no nuestras heridas. Sana nuestros corazones de las experiencias dolorosas y transforma nuestro dolor en propósito. Danos la fortaleza para elegir el perdón sobre el resentimiento y el amor sobre el odio. En el poderoso nombre de Jesús, quien eligió la cruz por amor a nosotros. Amén.