Cita bíblica:
Jueces 4:8-9
“Barac le dijo: —Yo iré, pero solo si tú vienes conmigo. —Muy bien —dijo ella—, iré contigo. Pero tú no recibirás honra en esta misión, porque la victoria del SEÑOR sobre Sísara quedará en manos de una mujer. Así que Débora fue con Barac a Cedes”
Reflexión:
En la vida cristiana, a menudo nos encontramos en situaciones donde debemos decidir entre hacer lo correcto o buscar reconocimiento. Frecuentemente, esperamos que nuestras buenas acciones sean notadas y apreciadas. Sin embargo, la verdadera naturaleza del servicio cristiano radica en actuar correctamente incluso cuando nadie está mirando o cuando no recibiremos ningún tributo por ello. Por lo tanto, somos llamados a servir desinteresadamente, siguiendo el ejemplo de Cristo, quien vino a servir y no a ser servido. En consecuencia, nuestra motivación debe provenir del amor a Dios y al prójimo, no del deseo de reconocimiento o recompensa.
La historia de Barac y Débora en Jueces 4:8-9 ilustra perfectamente este principio. Cuando Dios llamó a Barac para liderar a Israel contra el ejército de Sísara, Barac respondió con cierta inseguridad: «Si tú vas conmigo, yo iré; pero si no vas conmigo, no iré.» Débora accedió a acompañarlo, pero le advirtió: «Iré contigo; sin embargo, no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá Jehová a Sísara.» A pesar de saber que no recibiría el reconocimiento por la victoria, Barac obedeció y siguió adelante con la misión. Finalmente, tal como Débora había profetizado, la victoria fue atribuida a una mujer llamada Jael, quien mató a Sísara mientras dormía.
¿Cuántas veces hemos ayudado a alguien esperando recibir un «gracias» o algún tipo de reconocimiento? Reflexionemos sobre nuestras motivaciones cuando servimos a otros. Si dejamos de hacer el bien porque no recibimos alabanzas o reconocimiento, ¿realmente estamos sirviendo por amor? Cristo nos enseñó que el Padre que ve en lo secreto nos recompensará. No necesitamos el aplauso humano cuando tenemos la aprobación divina. Aunque nadie note tu sacrificio o servicio, Dios sí lo ve, y su reconocimiento vale infinitamente más que cualquier tributo humano.
La lección que aprendemos hoy es profunda: hacer lo correcto por las razones correctas transforma nuestro carácter y nos acerca más a la imagen de Cristo. Cuando actuamos sin esperar reconocimiento, desarrollamos humildad genuina y dependencia de Dios. El Señor no mira las apariencias externas ni las aclamaciones públicas, sino el corazón. Por consiguiente, nuestro llamado es a la fidelidad, no al éxito según los estándares mundanos. Al final, la verdadera recompensa no está en los honores temporales, sino en escuchar al Señor decir: «Bien, buen siervo y fiel». Que nuestras acciones reflejen siempre un corazón que sirve por amor y no por reconocimiento.
Oremos Juntos
Padre Celestial, ayúdame a servir con un corazón puro, sin buscar reconocimiento humano. Que mis motivaciones sean siempre agradarte a ti y no impresionar a otros. Dame la humildad de Barac para seguir adelante incluso cuando no recibiré el tributo. Recuérdame que tú ves en lo secreto y que tu aprobación es lo único que realmente importa. En el nombre de Jesús, amén.
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