Cita bíblica:
«El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida; ¿quién podrá amedrentarme?» – Salmos 27:1
Reflexión:
Cuando miramos a nuestro alrededor, frecuentemente nos encontramos con situaciones que parecen montañas imposibles de escalar. El enemigo, con sus amenazas y engaños, intenta hacernos creer que estamos solos y que no tenemos el poder para enfrentar los desafíos. Sin embargo, debemos recordar que nuestro Dios es más grande que cualquier obstáculo. En primer lugar, es importante reconocer que la intimidación es una táctica antigua del adversario. No obstante, cuando reflexionamos sobre las infinitas veces que Dios ha intervenido en nuestra vida, podemos ver claramente que Sus promesas permanecen firmes. Por lo tanto, es fundamental que mantengamos nuestra mirada fija en el historial de fidelidad divina en lugar de las amenazas presentes.
Consideremos el poderoso ejemplo del profeta Elías. En 1 Reyes 18, presenciamos cómo Dios manifiesta Su gloria de manera espectacular en el Monte Carmelo, consumiendo con fuego del cielo el sacrificio de Elías y demostrando a todo Israel quién es el verdadero Dios. Fue una victoria contundente sobre los profetas de Baal. Sin embargo, apenas un día después, cuando Jezabel amenaza su vida, encontramos a Elías huyendo al desierto, temeroso y pidiendo morir (1 Reyes 19:3-4). ¿Cómo pudo olvidar tan rápidamente el poder de Dios que acababa de presenciar? Este contraste sorprendente nos muestra que incluso los más grandes siervos de Dios pueden caer en la trampa de la intimidación si apartan su mirada de las obras maravillosas que Él ha realizado. Dios no reprendió duramente a Elías, sino que lo restauró gentilmente, recordándole Su presencia constante.
¿Por qué, entonces, permitimos que el enemigo nos intimide cuando tenemos un historial tan impresionante de victorias divinas? Es momento de hacer una pausa y mirar hacia atrás. Recuerda las veces que estuviste al borde del precipicio y sentiste la mano de Dios sosteniéndote. Piensa en aquellas situaciones imposibles que, sorprendentemente, se resolvieron de maneras que solo la intervención divina podría explicar. Cada una de esas experiencias es un testimonio de la fidelidad de Dios. Así como David tomó cinco piedras lisas del arroyo como recordatorio de victorias pasadas antes de enfrentar a Goliat, nosotros debemos atesorar nuestras «piedras de memorial» que nos recuerdan el respaldo constante de nuestro Padre celestial.
La batalla contra la intimidación se gana en el campo de la memoria y la gratitud. Cuando elegimos recordar activamente las obras de Dios en nuestra vida, construimos un escudo contra las amenazas presentes y futuras. Como dice Salmos 27:1: «El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida; ¿Quién podrá amedrentarme?» Esta verdad debe resonar en nuestro corazón cada vez que enfrentamos situaciones desafiantes. No somos llamados a la cobardía sino al valor, no al temor sino a la fe. El mismo Dios que ha estado contigo en cada paso de tu camino hasta ahora, promete continuar sosteniéndote. Recuerda: tus victorias pasadas son la evidencia de tus triunfos futuros.
🙏Oremos Juntos:
Padre Celestial, perdóname por las veces que he permitido que la intimidación del enemigo eclipse la memoria de tus obras poderosas en mi vida. Ayúdame a recordar siempre tus intervenciones divinas y a mantener mi mirada fija en ti, no en las amenazas que me rodean. Fortalece mi fe para que, como David, pueda enfrentar a mis gigantes con la confianza que viene de saber que tú estás conmigo. En los momentos de duda, trae a mi memoria cada victoria que me has dado y renueva mi valor para seguir adelante. En el nombre poderoso de Jesús, amén.
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