Cita bíblica:
Marcos 14:36: «Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.»
Reflexión:
En el camino de la fe, frecuentemente nos encontramos en encrucijadas donde la voluntad de Dios parece contradecir nuestros deseos más profundos. A menudo, el sometimiento a Sus planes implica renunciar a nuestros sueños más preciados. Sin embargo, es precisamente en estos momentos de dolor y rendición donde encontramos la verdadera esencia de nuestra fe. El proceso de doblar nuestras rodillas ante Su voluntad puede ser desgarrador, pero es en esta sumisión donde descubrimos la grandeza de Su amor y propósito.
La noche en Getsemaní nos revela el momento más vulnerable de Jesús. Allí, sudando gotas de sangre, nuestro Salvador enfrentó la agonía suprema ante la voluntad del Padre. Sus palabras «no sea como yo quiero, sino como tú» resonaron en la oscuridad del jardín. Este momento nos muestra que incluso el Hijo de Dios experimentó el dolor del sometimiento. Sus lágrimas, Su angustia, y finalmente Su rendición total, nos enseñan que la obediencia perfecta puede coexistir con el dolor profundo.
¿Cuántas veces hemos resistido la voluntad de Dios por temor al dolor? Debemos comprender que el sufrimiento en la obediencia no indica un error en el camino, sino que puede ser el crisol donde nuestra fe se purifica. Cuando abrazamos Su voluntad, incluso en medio del dolor, descubrimos un propósito mayor que nuestros planes temporales.
La voluntad de Dios, aunque a veces dolorosa, siempre está entretejida con Su amor perfecto. Al igual que un cirujano debe causar dolor temporal para traer sanidad permanente, nuestro Padre celestial permite el dolor del sometimiento para producir en nosotros un carácter semejante al de Cristo. La obediencia puede doler, pero el fruto que produce es eterno.
🙏Oremos Juntos:
Amado Padre, dame la fortaleza para someterme a Tu voluntad, incluso cuando duela. Ayúdame a confiar en que Tus planes son mejores que los míos. Que pueda, como Jesús, decir «no mi voluntad, sino la tuya». En los momentos de dolor y duda, recuérdame que Tu amor es perfecto y que Tu propósito vale cada lágrima. Amén.
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