Cita bíblica:
1 Juan 1:9 «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.
Reflexión:
En nuestro caminar con Dios, a menudo nos encontramos luchando con nuestras imperfecciones y errores. Sin embargo, es precisamente en estos momentos de debilidad cuando podemos experimentar más profundamente el amor incondicional de nuestro Padre celestial. A pesar de nuestras caídas, Él nos invita a acercarnos con confianza, recordándonos que su gracia es suficiente y su misericordia se renueva cada mañana.
Pensemos en Pedro, el discípulo que negó a Jesús tres veces. A pesar de su gran error, su historia no terminó en vergüenza y rechazo. Después de la resurrección, Jesús buscó específicamente a Pedro para restaurarlo, preguntándole tres veces si lo amaba. Esta hermosa historia de restauración nos muestra que Dios no nos descarta por nuestros errores, sino que nos busca para levantarnos. Pedro llegó a ser una columna fundamental de la iglesia primitiva, demostrando que Dios puede usar incluso nuestros momentos más oscuros para Su gloria.
Querido lector, quizás hoy te sientes desanimado por tus errores o por las voces que te señalan. Recuerda que no buscamos a Dios porque seamos perfectos, sino porque necesitamos su perfección. Cada tropiezo puede convertirse en un escalón hacia una relación más profunda con Él. No permitas que tus caídas te alejen; más bien, que sean el motivo para buscar más intensamente Su presencia y Su gracia transformadora.
El amor de Dios trasciende nuestros errores y debilidades. Su fidelidad no depende de nuestra perfección, sino de Su carácter inmutable. Cuando decidimos buscarlo a pesar de nuestras fallas, descubrimos que Su gracia es más grande que cualquier error que podamos cometer. Esta verdad nos libera para seguir adelante, sabiendo que en Él encontramos no solo perdón, sino también la fuerza para levantarnos y continuar.
Oración:
«Amado Padre, gracias por tu amor incondicional que no depende de mi perfección. Perdóname por las veces que me he alejado por vergüenza o culpa. Ayúdame a recordar que tus brazos siempre están abiertos para recibirme. Dame la valentía para levantarme después de cada caída y la sabiduría para buscar tu rostro en todo momento. En el nombre de Jesús, amén.»
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Gracias
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