Cita bíblica:
Mateo 5:3 3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Reflexión
Hoy meditaremos en las palabras de nuestro Señor Jesucristo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos» (Mateo 5:3).
En un mundo que valora el éxito, la riqueza y el poder, Jesús nos presenta una verdad paradójica: la verdadera riqueza espiritual comienza con el reconocimiento de nuestra pobreza ante Dios. Ser «pobre de espíritu» no significa carecer de vitalidad o entusiasmo, sino reconocer nuestra total dependencia del Señor.
Cuando nos despojamos de nuestro orgullo y autosuficiencia, creamos espacio para que Dios obre en nuestras vidas. Es en ese vacío donde Su gracia puede fluir libremente, llenándonos de Su amor y sabiduría.
Esta pobreza espiritual nos lleva a la humildad, que es la llave que abre las puertas del Reino de los cielos. Al reconocer nuestra necesidad de Dios, nos volvemos receptivos a Su guía y transformación.
Consideremos al rey David, un hombre conforme al corazón de Dios. A pesar de ser un poderoso monarca, David mantuvo una actitud de humildad y dependencia de Dios. En el Salmo 51, después de haber pecado gravemente, David clama:
«Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones» (Salmo 51:1).
David, en su quebrantamiento, ejemplifica la pobreza de espíritu. Reconoce su pecado, su necesidad de perdón y su total dependencia de la misericordia de Dios. Esta actitud le permitió experimentar la restauración y seguir siendo un instrumento en las manos del Señor.
Hoy, preguntémonos: ¿Estamos dispuestos a ser «pobres de espíritu«? ¿Reconocemos nuestra necesidad constante de Dios? Que podamos, como David, mantener un corazón humilde y dependiente del Señor, sabiendo que es allí donde encontraremos el verdadero tesoro del Reino de los cielos.