Cita bíblica:
1 Juan 3:1a (NVI) – «Miren cuánto amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios».
Reflexión
Como creyentes en Cristo, tenemos el privilegio de ser llamados hijos de Dios. Esta identidad tiene significados profundos y transformadores. En 1 Juan 3:1a, se nos recuerda el inmenso amor del Padre por nosotros, dándonos el título de Sus hijos.
Ser hijo de Dios implica una relación estrecha e íntima con nuestro Padre Celestial. Nos muestra que somos amados, valorados y aceptados por Él. Independientemente de nuestras circunstancias o de nuestros errores del pasado, en Cristo somos adoptados como hijos y herederos de las promesas de Dios.
Esta identidad en Cristo nos libera de las cadenas del miedo, la inseguridad y la búsqueda de aprobación en el mundo. Nos permite vivir con confianza y esperanza, sabiendo que tenemos un Padre amoroso que siempre está con nosotros, listo para guiarnos y levantarnos en todo momento.
Tomemos un ejemplo cotidiano: imagina a una persona que crece en un ambiente de rechazo y abandono. Esta persona ha sufrido profundas heridas emocionales y ha luchado con baja autoestima durante mucho tiempo. Sin embargo, cuando conoció el amor de Dios y aceptó a Jesús como su Salvador, descubrió que era amado incondicionalmente como hijo de Dios. A medida que crezca en su fe, experimentará una transformación interior, la curación de heridas pasadas y la adopción de una nueva identidad en Cristo. Ahora, camina en confianza y seguridad, sabiendo que es amado y valorado por el Padre Celestial.
Oración:
Padre celestial, te agradecemos por tu amor incondicional y por llamarnos tus hijos. Reconocemos que en Cristo tenemos una nueva identidad y que somos amados por ti. Ayúdanos a vivir en la plenitud de esta realidad, confiando en tu amor y en tus promesas. Libéranos de cualquier sentimiento de rechazo, inseguridad o baja autoestima, y llénanos con la seguridad de ser tus hijos. Permítenos vivir vidas que reflejen tu amor y tu gracia hacia los demás. En el nombre de Jesús, amén.