Escucha o descarga el devocional y comparte!
Cita bíblica:
«De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane. Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.» – Mateo 13:14-17
Reflexión:
En nuestro caminar cristiano, frecuentemente confundimos el simple acto de oír con el profundo ejercicio de escuchar. Sin embargo, existe una diferencia abismal entre ambos conceptos. Oír es meramente percibir sonidos, mientras que escuchar implica comprender, discernir y permitir que lo escuchado transforme nuestra vida. Jesús mismo señaló esta distinción cuando dijo: «De oído oiréis, y no entenderéis». Por tanto, debemos preguntarnos: ¿estamos simplemente oyendo la Palabra de Dios como ruido de fondo en nuestras vidas, o estamos verdaderamente escuchando con un corazón receptivo, dispuesto a ser transformado?
Jesús ilustró esta diferencia con la parábola del sembrador. En ella, nos habla de semillas que caen en diferentes tipos de terreno: algunas en el camino, donde las aves se las comen, representando a quienes oyen pero no entienden porque el maligno arrebata lo sembrado; otras caen en pedregales, donde brotan rápido pero no echan raíz y se marchitan ante las dificultades, simbolizando a quienes reciben la Palabra con alegría pero sin profundidad; otras entre espinos, ahogadas por las preocupaciones mundanas y el engaño de las riquezas, mostrando corazones divididos; y finalmente, aquellas en buena tierra, que dan fruto abundante, representando a quienes no solo oyen sino que escuchan, entienden y permiten que la Palabra transforme su vida. Esta parábola nos confronta con la condición de nuestro propio corazón: ¿qué tipo de terreno somos hoy para la Palabra de Dios?
Reflexionemos honestamente: ¿Por qué a veces nuestra vida espiritual parece estancada a pesar de asistir a servicios, leer la Biblia y orar? Quizás estamos simplemente «oyendo» sin realmente «escuchar». Escuchar implica permitir que la Palabra penetre profundamente, cuestione nuestras actitudes, desafíe nuestras zonas de confort y nos impulse hacia un cambio verdadero.
La diferencia entre oír y escuchar marca también la diferencia entre una vida cristiana superficial y una profundamente transformada. Cuando solo oímos, acumulamos conocimiento; pero cuando verdaderamente escuchamos, adquirimos sabiduría. Jesús enfatizó esto al declarar «bienaventurados vuestros ojos porque ven, y vuestros oídos porque oyen», refiriéndose a una comprensión que va más allá de lo superficial. La Palabra de Dios no fue dada para ser simplemente un sonido en nuestros oídos, sino una semilla que germina en nuestro corazón y produce fruto abundante. Así, el verdadero discípulo no se conforma con oír, sino que anhela escuchar con un corazón receptivo y obediente.
Desafío del Día:
Actividad práctica: Hoy, te invito a este desafío: toma un versículo de la Escritura y, en lugar de leerlo rápidamente, medítalo profundamente durante el día, preguntándote: «¿Cómo puede esta palabra transformar mi vida hoy?» y actúa en consecuencia.
Oremos juntos:
Padre Celestial, reconozco que muchas veces he oído tu Palabra sin realmente escucharla. Perdóname por las ocasiones en que tu verdad ha caído en el camino pedregoso o espinoso de mi corazón. Hoy te pido que abras mis oídos espirituales para no solo oír, sino escuchar profundamente lo que quieres enseñarme. Cultiva en mí un corazón como buena tierra, receptivo y fértil, donde tu Palabra pueda echar raíces profundas y producir fruto abundante. Ayúdame a no ser solo un oyente, sino un hacedor de tu Palabra. En el precioso nombre de Jesús, amén.

