Cita bíblica:
Zacarías 9:9: «Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde y cabalgando sobre un asno.»
Reflexión:
En un mundo donde el poder se exhibe con ostentación y grandeza, la profecía de Zacarías 9:9 nos muestra un camino diferente: «Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde y cabalgando sobre un asno». Esta visión contrasta profundamente con nuestras expectativas humanas. Por un lado, esperamos líderes que demuestren su autoridad con símbolos de poder; por otro lado, Dios nos presenta un rey que elige la humildad como su estandarte. En consecuencia, esta profecía nos invita a reconsiderar lo que realmente significa la grandeza a los ojos de Dios.
Recordemos cuando Jesús entró en Jerusalén montado en un burro, un momento que marcó el cumplimiento perfecto de esta antigua profecía. Mateo 21 nos relata cómo Jesús pidió específicamente a sus discípulos que le trajeran un asno para su entrada triunfal. La multitud, sin embargo, no captó la profundidad del simbolismo; extendieron sus mantos y ramas de árboles, gritando «¡Hosanna al Hijo de David!», pero esperaban un libertador político que derrocaría al imperio romano. No obstante, Jesús estaba declarando un mensaje diferente: su reino no se establecería mediante la fuerza militar o el poder político, sino a través del sacrificio y el amor. Esta entrada humilde fue la antesala perfecta para la cruz, revelando que el verdadero poder se manifiesta en el servicio y la entrega.
Durante esta Semana Santa, recordamos el evento más significativo para los cristianos en todo el mundo. Reflexionemos sobre cómo Jesús, al entrar a Jerusalén sobre un burrito, cumplió exactamente lo que el profeta Zacarías había anunciado siglos atrás. Lo sorprendente es que nadie reconoció esta señal divina porque la gente esperaba un guerrero que derrotaría a los opresores romanos, no un maestro manso dispuesto a morir por los pecadores. El verdadero sentido de la humildad se revela aquí: no es debilidad ni timidez, sino la decisión consciente de quien, poseyendo todo poder, elige usarlo para salvar y servir a otros. Cristo, pudiendo manifestarse con toda majestad, eligió la sencillez para enseñarnos que su misión era traer los valores celestiales a nuestra realidad terrenal.
La profecía de Zacarías nos enseña que los caminos de Dios suelen contradecir nuestra lógica humana. Donde nosotros valoramos la fuerza y el dominio, Dios exalta la humildad y el servicio. Este contraste debería transformar nuestra forma de vivir y liderar. Por tanto, estamos llamados a emular esta humildad real en nuestras vidas diarias: en nuestras familias, trabajos y comunidades. Cuando elegimos servir en lugar de dominar, reflejamos el carácter de Cristo. En definitiva, el verdadero poder cristiano no se demuestra imponiéndose sobre los demás, sino arrodillándose para lavar sus pies, siguiendo el ejemplo de nuestro Rey humilde.
Oremos Juntos:
Padre celestial, gracias por enviarnos a tu Hijo como el Rey humilde que cabalgó sobre un asno para mostrarnos el verdadero significado del poder divino. Perdónanos cuando buscamos imponer nuestra voluntad o cuando anhelamos reconocimiento y posición. Ayúdanos a abrazar la humildad de Cristo, a servir sin esperar recompensa y a encontrar nuestra identidad no en lo que el mundo valora, sino en lo que Tú valoras. Que podamos ser embajadores de tu reino donde el más grande es el que más sirve. En el nombre de Jesús, nuestro Rey humilde, amén.