Cita bíblica:
1 Juan 1:9: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.»
Reflexión:
En primer lugar, debemos reconocer que el pecado es una realidad diaria en nuestra vida. A menudo, ni siquiera somos conscientes de cuántas veces tropezamos: un pensamiento negativo, una palabra hiriente, un momento de orgullo, una mirada inapropiada. Sin embargo, lo más importante no es llevar la cuenta de nuestros pecados, sino entender que cada día necesitamos más de la gracia de Dios y Su perdón infinito.
Recordemos la historia de la mujer samaritana en Juan 4. Ella vivía en pecado, había tenido cinco maridos y el hombre con quien vivía no era su esposo. Cuando Jesús la encontró en el pozo, no la condenó ni le echó en cara sus pecados. En cambio, le ofreció el agua viva, la salvación. Esta mujer, marcada por su pasado, experimentó la transformación a través del encuentro con Cristo, y su testimonio llevó a toda una ciudad a conocer al Mesías.
¿Cuándo fue la última vez que te detuviste a agradecer por el perdón de Dios? Cada pecado perdonado es un testimonio de Su amor incondicional. No se trata de cuántas veces caemos, sino de cuántas veces nos levantamos y volvemos a Él con un corazón arrepentido. Su gracia es suficiente y Su misericordia se renueva cada mañana.
La verdadera libertad no está en ser perfecto, sino en reconocer nuestra necesidad de un Salvador. Cada tropiezo nos recuerda nuestra humanidad y nos acerca más a la cruz. El pecado puede ser una cadena que nos ata, pero el perdón de Dios es la llave que nos libera. No importa cuántas veces hayamos fallado hoy, Su amor siempre es más grande que nuestros errores.
🙏Oremos Juntos:
Padre amado, gracias por tu perdón infinito. Reconozco mis pecados ante ti y te pido que me ayudes a vivir en santidad. Que cada día pueda ser más consciente de tu gracia y que mi vida refleje tu amor. En el nombre de Jesús, amén.
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