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Cita bíblica:
«Aunque la visión tardare, espérala, porque sin duda vendrá.» – Habacuc 2:3
Reflexión:
A menudo nos encontramos en momentos de espera que parecen interminables. Sin embargo, la espera no es ausencia divina, sino preparación celestial. En el silencio de nuestras oraciones aparentemente sin respuesta, Dios está forjando su obra maestra. Por tanto, cuando sientas que el tiempo pasa y las promesas divinas no se materializan, recuerda que el reloj de Dios no funciona como el nuestro. En consecuencia, lo que consideramos demora es simplemente su perfecta sincronización. A pesar de nuestras ansiedades, Él está llevando a cabo su plan divino precisamente como debe ser.
Abraham esperó décadas por la promesa de un hijo. Su cuerpo decía «imposible», pero Dios dijo «haré». A los 75 años recibió la promesa, pero fue hasta los 100 cuando sostuvo a Isaac en sus brazos. Durante esos 25 años de espera, Abraham experimentó dudas, cometió errores, pero nunca perdió completamente la esperanza. Imagina las noches mirando las estrellas, recordando la promesa: «Así será tu descendencia». Cuando Sara reía de incredulidad y su propio cuerpo se debilitaba, Dios seguía trabajando. El milagro no estaba retrasado; estaba siendo perfeccionado. Incluso cuando todo parecía muerto, Dios cumplió lo prometido. Cada una de sus palabras se cumplió con precisión. Así también, aunque este año hayas sentido silencio, Dios no ha olvidado lo que te dijo.
Diciembre nos recuerda que Dios cumple promesas aun cuando parece tardar. Él no se mueve por nuestro calendario sino por su perfecto tiempo. Aunque hayas esperado respuestas este año, confía: su palabra nunca vuelve vacía. Este es un buen momento para meditar en lo que Él ha hablado a tu vida y creer que lo que no viste en este año puede manifestarse en el siguiente. No temas al tiempo de espera. Dios no llega tarde; llega perfecto. Entrégale hoy tus frustraciones, tus promesas pendientes y tus anhelos. Confía en que Él sigue trabajando tras bambalinas.
La espera es el campo de entrenamiento de la fe. Cuando Dios nos hace esperar, está cultivando en nosotros la paciencia, la perseverancia y una confianza más profunda en sus caminos. Aprendemos que sus retrasos nunca son negativas, sino redirecciones hacia algo mejor. En la temporada de espera, Él nos invita a conocerlo más íntimamente, a depender menos de los resultados y más de su presencia. Las promesas que parecen dormidas están, en realidad, echando raíces más profundas para producir frutos más abundantes. El tiempo de Dios es perfecto porque su amor es perfecto, y todo lo que hace está impregnado de ese amor infalible hacia nosotros.
Desafío del Día:
Práctica del día: Toma una hoja y escribe las promesas que Dios te ha dado y aún no ves cumplidas. Junto a cada una, escribe: «Aunque tarde, esperaré». Colócala donde puedas verla diariamente como recordatorio de tu pacto de confianza con Dios.
Oremos juntos:
Padre celestial, en los momentos cuando la espera se siente insoportable, recuérdame que tus promesas nunca fallan. Fortalece mi fe para confiar no en mi tiempo, sino en tu perfecta sincronización. Perdona mi impaciencia y transforma mi ansiedad en expectativa gozosa. Ayúdame a ver que cada «retraso» es en realidad una oportunidad para conocerte más profundamente. Mientras espero el cumplimiento de tus promesas, que mi testimonio sea uno de inquebrantable confianza. En el nombre de Jesús, quien cumplió la mayor promesa de todas, amén.
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Hacemos todos los días este devocional que ha sido de gran bendición para mi familia.