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Cita bíblica:
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. – Mateo 22:37-38
Reflexión:
En un mundo tan distraído, donde miles de voces compiten por nuestra atención, el mandamiento de Jesús resuena con mayor urgencia que nunca. Amar a Dios no es una opción entre muchas, sino el fundamento mismo de nuestra existencia. Sin embargo, ¿Qué significa realmente amar a Dios con todo nuestro ser? Primeramente, implica una entrega completa e incondicional; significa que Dios ocupa el primer lugar en nuestras prioridades, decisiones y afectos. Por lo tanto, cuando nos apasionamos por Su presencia, toda nuestra vida comienza a girar alrededor de Él, transformando cada aspecto de nuestro ser.
La Biblia nos presenta ejemplos extraordinarios de hombres y mujeres apasionados por Dios. El rey David, sin duda, destaca entre ellos. A pesar de ser un guerrero formidable y un poderoso monarca, David era conocido como «un hombre conforme al corazón de Dios». Su pasión por la presencia divina era tan intensa que danzaba con abandono delante del Arca de la Alianza, componía salmos llenos de anhelo por Dios, y declaraba: «Una cosa he demandado al Señor, esta buscaré: que esté yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor» (Salmo 27:4). Incluso en sus momentos de fracaso, David buscaba desesperadamente restaurar su comunión con Dios, clamando: «No me eches de tu presencia, y no quites de mí tu Santo Espíritu» (Salmo 51:11).
Querido lector, ¿Cuándo fue la última vez que sentiste un hambre insaciable por la presencia de Dios? En esta época de tibieza espiritual, amar a Dios apasionadamente parece contracultural. Sin embargo, este es precisamente el llamado que tenemos: amarlo más cada día para nunca volver a la indiferencia espiritual. Aunque el mundo lo rechace, nuestra pasión por Él debe intensificarse. Con Dios siempre hay más profundidad, más intimidad por descubrir.
La pasión por la presencia de Dios no es un sentimiento pasajero, sino un compromiso diario que revoluciona nuestra existencia. Cuando hacemos de Su presencia nuestra prioridad, descubrimos el verdadero propósito de la vida. Esta pasión nos sostiene en tiempos difíciles, nos guía en momentos de confusión y nos llena cuando todo lo demás falla. Como dijo A.W. Tozer: «Dios está buscando personas a través de las cuales pueda mostrar Su gloria». Ser apasionados por Su presencia nos convierte en esos canales de Su gloria, transformando no solo nuestras vidas sino también nuestro entorno. Que nuestros corazones ardan con un amor inextinguible por Aquel que nos amó primero.
Desafío del Día:
Actividad práctica: Hoy te invito a una tarea sencilla pero transformadora: dedica 15 minutos a estar en silencio ante Dios, enfocándote únicamente en Su presencia, sin peticiones, solo adoración. Escribe después qué sentiste y cómo puedes alimentar esa pasión cada día.
Oremos juntos:
Padre Celestial, despierta en mí una pasión renovada por Tu presencia. Perdóname por los momentos de tibieza, por conformarme con menos de lo que Tú ofreces. Enséñame a amarte con todo mi corazón, alma y mente, tal como Jesús lo ordenó. Que cada día pueda acercarme más a Ti, hambriento por Tu presencia, sediento por Tu gloria. Ayúdame a hacer a un lado todo lo que compite por mi atención y a fijar mi mirada solo en Ti. Que mi mayor deleite sea estar contigo, y que este amor por Ti se desborde hacia los que me rodean. En el nombre de Jesús, amén.
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