Devocional 23 de julio de 2025: «CUANDO REEMPLAZAS A DIOS POR TU YO.»

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Cita bíblica:

«He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.» – Apocalipsis 3:20

Reflexión:

La autosuficiencia es como un dulce veneno que seduce nuestro espíritu. Comenzamos confiando en nuestras fuerzas y, gradualmente, vamos cerrando la puerta a Dios. Sin embargo, Él permanece paciente, tocando a la puerta de nuestro corazón como nos muestra Apocalipsis 3:20. Cuando nos convertimos en nuestro propio dios, establecemos un trono tambaleante sobre arenas movedizas. A pesar de esto, el verdadero Dios sigue esperando, no irrumpe, sino que respeta nuestra libertad mientras anhela comunión con nosotros.

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El rey Uzías es un claro ejemplo de esta verdad. Comenzó su reinado dependiendo de Dios, y prosperó extraordinariamente. Según 2 Crónicas 26, «buscó a Dios en los días de Zacarías, y mientras buscó a Jehová, Dios le prosperó.» Sin embargo, cuando se fortaleció, su corazón se enalteció. La Escritura nos relata que «su orgullo lo llevó a la destrucción.» Pretendió usurpar funciones sacerdotales que no le correspondían, y como consecuencia, fue herido con lepra hasta el día de su muerte. Uzías experimentó el amargo fruto de la autosuficiencia: comenzó con Dios, pero terminó creyéndose un dios, destruyendo así su legado y alejándose del verdadero sustento divino.

¿No nos sucede lo mismo? Cuando un proyecto sale bien, cuando nuestras finanzas prosperan o nuestra salud es robusta, ¿a quién atribuimos el mérito? Nuestra alma no fue diseñada para sostenerse por sí sola. Fuimos creados para dependencia, no independencia. Cuando intentamos controlarlo todo, cuando confiamos más en nuestros problemas que en las promesas divinas, cuando nos apegamos desesperadamente a los resultados materiales, estamos construyendo un templo al ego que inevitablemente se derrumbará.

Esta tendencia a la autosuficiencia es quizás la forma más sutil de idolatría – adorarnos a nosotros mismos. Pero hay esperanza en el llamado persistente de Cristo a la puerta de nuestro corazón. La verdadera libertad no está en ser tu propio dios, sino en rendirte al único Dios verdadero. Cuando abrimos esa puerta, descubrimos que la dependencia de Él no nos disminuye, sino que nos completa. No fuimos creados para llevar el peso de la deidad sobre nuestros hombros humanos. Solo cuando reconocemos nuestra necesidad de Él, encontramos el descanso que nuestro espíritu anhela.

Oremos juntos:

Padre Celestial, perdóname por los momentos en que he intentado ser mi propio dios. Reconozco que mi autosuficiencia es una ilusión que solo me aleja de tu presencia. Hoy abro nuevamente la puerta de mi corazón para que entres y ocupes el centro de mi vida. Enséñame a depender de ti en cada situación, a confiar en tu sabiduría más que en mis capacidades limitadas. Que mi fuerza venga de reconocer mi debilidad ante ti. En el nombre de Jesús, amén.

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