Cita bíblica:
Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. – Génesis 32:28
Reflexión:
Todos anhelamos saber quiénes somos realmente. Nuestra identidad, sin embargo, está frecuentemente nublada por etiquetas impuestas por otros o por nosotros mismos. A menudo, nos definimos por nuestros fracasos, debilidades o por cómo nos perciben los demás. No obstante, cuando Dios entra en nuestra historia, todo cambia. En Cristo, recibimos una nueva identidad que trasciende nuestro pasado y redefine nuestro futuro. Este cambio de identidad no es solo un cambio de nombre, sino una transformación profunda del corazón que afecta cada aspecto de nuestra vida.
La historia de Jacob nos ilustra poderosamente esta transformación. Nacido agarrando el talón de su hermano, Jacob vivió acorde a su nombre que significa «suplantador» o «engañador». Engañó a su hermano Esaú para obtener su primogenitura y la bendición de su padre. Pasó años huyendo de las consecuencias de sus acciones, acumulando riquezas pero cargando el peso de su identidad fraudulenta. Sin embargo, todo cambió en una noche crucial. Mientras luchaba con un ángel hasta el amanecer, Dios intervino y transformó su identidad. «Ya no te llamarás Jacob, sino Israel», le dijo, otorgándole un nombre que significa «el que lucha con Dios» o «príncipe de Dios». Este cambio marcó una nueva etapa en su vida, no eliminando su pasado, sino redimiendo su historia para un propósito divino.
¿Qué etiquetas has permitido que definan tu vida? Quizás te has identificado como «el fracasado», «la insegura», «el rechazado» o «la que nunca será suficiente». Estas identidades falsas limitan tu potencial y contradicen cómo Dios te ve. En Cristo, tu verdadero nombre es «vencedor», «amado», «escogido» y «heredero». Dios no te llama por tus heridas sino por tu propósito. No te define por tu pasado sino por tu destino. El cambio de nombre que Dios ofrece no borra tu historia, la redime; no elimina tus experiencias, las transforma en testimonios poderosos.
El proceso de abrazar nuestra nueva identidad requiere valentía para confrontar nuestro pasado y fe para recibir lo que Dios declara sobre nosotros. Como con Jacob, Dios no elimina lo que fuimos, sino que lo utiliza como plataforma para lo que seremos. Esta transformación debe manifestarse en nuestras acciones diarias, en cómo respondemos a los desafíos y cómo nos relacionamos con los demás. Cuando comenzamos a vivir desde nuestra identidad en Cristo, experimentamos una libertad y autoridad que antes parecían imposibles. Nuestra conducta cambia naturalmente porque nuestra percepción ha sido renovada. Ya no actuamos desde la carencia sino desde la plenitud, no desde el miedo sino desde la confianza en quien somos en Él.
Oremos juntos:
Padre celestial, gracias por darme una nueva identidad en Cristo. Perdóname por haberme definido por etiquetas que no provienen de ti. Hoy renuncio a toda falsa identidad y recibo el nombre que tú me has dado. Ayúdame a vivir cada día consciente de quién soy en ti, no por mis obras sino por tu gracia. Que mis acciones reflejen mi verdadera identidad como hijo tuyo. En el poderoso nombre de Jesús, amén.
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– Una hermosa canción que habla sobre la transformación que Cristo trae a nuestra identidad.
