Cita bíblica:
Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra. – Salmos 46:10
Reflexión:
En nuestro ajetreado mundo actual, nos encontramos constantemente atrapados en un torbellino de actividades y responsabilidades. Sin embargo, dedicar tiempo de calidad a Dios no es simplemente una opción, sino una necesidad espiritual fundamental. A menudo, permitimos que las distracciones cotidianas desplacen lo verdaderamente importante: nuestra relación con el Creador. Por lo tanto, debemos comprender que el tiempo invertido en la presencia de Dios no es tiempo perdido, sino tiempo redimido. De hecho, cuando priorizamos momentos de quietud con Él, descubrimos que el resto de nuestras horas se enriquece significativamente, proporcionándonos paz interior y claridad en medio del caos.
Consideremos el ejemplo de Daniel en las Escrituras. A pesar de ser un hombre de estado con numerosas responsabilidades en la corte de Babilonia, mantuvo inquebrantablemente su disciplina de orar tres veces al día (Daniel 6:10). Incluso cuando se promulgó un decreto que prohibía la oración a cualquier dios o persona que no fuera el rey, Daniel continuó con su práctica habitual. Abrió las ventanas de su habitación hacia Jerusalén y, arrodillándose, oró y dio gracias a Dios como siempre lo había hecho. Esta dedicación no solo lo mantuvo espiritualmente centrado en un entorno pagano, sino que también le dio la fortaleza para enfrentar consecuencias tan severas como la fosa de los leones. Su tiempo regular dedicado a Dios fue la fuente de su integridad y sabiduría excepcional.
¿Qué revela esto sobre nuestras propias rutinas diarias? ¿Cuántas veces posponemos nuestro tiempo con Dios porque «estamos demasiado ocupados»? La verdad es que nunca encontraremos tiempo para Dios; debemos hacerlo deliberadamente. Imagina cómo cambiaría tu vida espiritual si, como Daniel, establecieras momentos inquebrantables de comunión con Dios, independientemente de las presiones externas. Quizás el secreto de una vida cristiana victoriosa no se encuentra en grandes gestos ocasionales, sino en la fidelidad constante de apartar tiempo de calidad para estar en Su presencia.
En conclusión, el tiempo que pasamos con Dios determina nuestra salud espiritual y efectividad como creyentes. Cuando priorizamos estos momentos sagrados, experimentamos transformación interior y discernimiento espiritual. Además, esta práctica nos permite resistir las tentaciones, mantener la perspectiva correcta y experimentar la paz que sobrepasa todo entendimiento. Recuerda que no se trata de la cantidad sino de la calidad: cinco minutos de atención plena en oración y meditación de la Palabra pueden ser más valiosos que una hora de ritual distraído. Hoy, toma la decisión de hacer del tiempo con Dios no una obligación sino un privilegio, no una tarea sino un deleite.
Oremos juntos:
Padre Celestial, perdóname por las veces que he permitido que lo urgente desplace lo importante. Reconozco que necesito Tu presencia más que cualquier otra cosa. Ayúdame a establecer tiempos inquebrantables para estar contigo, libre de distracciones y con un corazón completamente presente. Enséñame a valorar estos momentos como el tesoro que realmente son. Que mi vida refleje la paz y sabiduría que viene de pasar tiempo de calidad contigo. En el nombre de Jesús, amén.