Cita bíblica:
Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor sirven. – Colosenses 3:23-24
Reflexión:
En nuestra jornada cristiana, a menudo nos encontramos sembrando semillas de bondad, generosidad y amor en diferentes terrenos. Sin embargo, cuando estas semillas caen en suelos aparentemente ingratos, nos desalentamos fácilmente. Por consiguiente, muchos de nosotros hemos experimentado la desilusión de ayudar a alguien que luego nos traicionó o no mostró gratitud. No obstante, debemos recordar que la Escritura no promete que cosecharemos donde sembramos, sino que cosecharemos lo que sembramos. En efecto, nuestra recompensa no viene de aquellos a quienes servimos, sino del Señor mismo.
La Biblia nos presenta ejemplos inspiradores de personas que sembraron fielmente sin importar el terreno. José, por ejemplo, sirvió con integridad tanto en la casa de Potifar como en la prisión, lugares donde su bondad no parecía tener recompensa inmediata. A pesar de todo, él siguió sirviendo con excelencia y fidelidad. De hecho, José fue traicionado por sus propios hermanos, vendido como esclavo, y falsamente acusado por la esposa de Potifar. Sin embargo, en cada situación adversa, él continuó sembrando bondad y fidelidad. Finalmente, Dios lo elevó a una posición de autoridad desde la cual pudo salvar no solo a Egipto de la hambruna, sino también a su propia familia. Su historia nos muestra claramente que Dios ve nuestros esfuerzos y, a su tiempo, trae la recompensa.
Reflexionemos entonces sobre nuestras motivaciones al servir a otros. ¿Hacemos el bien esperando reconocimiento o reciprocidad? La clave está en entender que cuando servimos, lo hacemos ultimadamente para Dios, no para recibir aplausos humanos. Muchos se retiran de hacer el bien porque «nadie lo aprecia» o «nadie lo devuelve». Sin embargo, este enfoque revela una comprensión limitada del principio espiritual de la siembra. Recordemos que Dios tiene formas sorprendentes de traer bendición a nuestras vidas, utilizando a personas que ni siquiera imaginamos para responder a nuestras necesidades cuando llegue el momento.
Aprendamos entonces a sembrar sin expectativas de retorno inmediato o directo. El apóstol Pablo nos recuerda en Gálatas 6:9: «No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos.» Cuando hacemos el bien como unto el Señor, liberamos nuestro corazón del resentimiento y la decepción. Por lo tanto, continuemos haciendo favores, brindando ayuda y extendiendo amor, no porque esperemos algo a cambio, sino porque servimos a un Dios que ve en lo secreto y recompensa públicamente. Al final, es Su aprobación la que importa, y es de Él de quien recibiremos nuestra verdadera recompensa.
Oremos juntos:
Padre Celestial, gracias por recordarnos que nuestro servicio es principalmente para Ti. Ayúdanos a sembrar bondad y amor en cada terreno, sin importar si parece fértil o árido a nuestros ojos. Perdónanos cuando hemos servido con motivaciones egoístas o nos hemos desanimado por la falta de gratitud. Danos la gracia para seguir haciendo el bien, confiando en que Tú ves cada acto de servicio y, a Tu tiempo perfecto, traerás la cosecha. Que nuestros corazones sirvan con pureza, sabiendo que de Ti viene nuestra recompensa. En el nombre de Jesús, amén.
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