Devocional 01 de Abril de 2025: «La Solemne Advertencia: No Desprecies lo Sagrado»

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Cita bíblica:

Hebreo 10: 29-31: Piensen, pues, cuánto mayor será el castigo para quienes han pisoteado al Hijo de Dios y han considerado la sangre del pacto—la cual nos hizo santos—como si fuera algo vulgar e inmundo, y han insultado y despreciado al Espíritu Santo que nos trae la misericordia de Dios. Pues conocemos al que dijo: «Yo tomaré venganza; yo les pagaré lo que se merecen»[a]. También dijo: «El Señor juzgará a su propio pueblo» ¡Es algo aterrador caer en manos del Dios vivo!

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Reflexión:

En nuestro caminar cristiano, a menudo nos familiarizamos tanto con las bendiciones divinas que comenzamos a tomarlas por alto. Sin embargo, el pasaje de Hebreos 10:29-31 nos presenta una solemne advertencia sobre el peligro de volvernos insolentes con lo sagrado. Cuando tratamos la sangre de Cristo como algo ordinario, cuando pisoteamos con nuestras actitudes y acciones el sacrificio del Hijo de Dios, estamos caminando sobre terreno extremadamente peligroso. Además, cuando despreciamos al Espíritu Santo que nos trae la misericordia divina, demostramos una insolencia que no queda sin consecuencias. Por lo tanto, debemos recordar que nuestro Dios, aunque amoroso y misericordioso, es también un juez justo que no puede ignorar la insolencia persistente hacia Sus dones más preciosos.

En el Nuevo Testamento, encontramos un poderoso ejemplo de esta verdad en la historia de Ananías y Safira en Hechos 5. Esta pareja vendió una propiedad y fingió entregar todo el dinero a los apóstoles, mientras secretamente retenían una parte para sí mismos. No fue el hecho de guardar parte del dinero lo que constituía su pecado, sino la mentira deliberada al Espíritu Santo, tratando la comunión santa como un juego de apariencias. Pedro les dijo claramente: «No has mentido a los hombres sino a Dios». El resultado fue inmediato y devastador: ambos cayeron muertos. Esta historia nos muestra que Dios toma muy en serio la insolencia espiritual, especialmente cuando viene acompañada de hipocresía y falsedad. La comunidad cristiana primitiva aprendió una lección poderosa sobre el respeto que debemos a la santidad de Dios.

¿En qué momento la gracia de Jesús se convirtió en algo que pisoteamos casualmente? Muchas veces abusamos de Su gracia, tratándola como una «licencia para pecar» en lugar de un llamado a la santidad. Respetamos más las opiniones de las personas que la Palabra de Dios. Consideremos cómo en el Antiguo Testamento, cuando el ángel del Señor aparecía, las personas caían rostro en tierra con temor reverente. En contraste, nosotros a menudo tratamos lo sagrado con familiaridad casual. Pecamos, ofrecemos una oración rápida, y seguimos adelante sin verdadero arrepentimiento. Esta actitud revela un corazón que ha perdido la comprensión de la santidad divina y el costo del sacrificio de Cristo, convirtiendo Su gracia en algo barato y común.

El mensaje de Hebreos nos recuerda que caer en manos del Dios vivo siendo insolentes es algo verdaderamente aterrador. No porque Dios esté ansioso por castigarnos, sino porque Su santidad y justicia exigen respeto. La insolencia espiritual revela un corazón que ha perdido el asombro por la gracia divina. Debemos renovar diariamente nuestro aprecio por el sacrificio de Cristo y honrar al Espíritu Santo en nuestras vidas. Esto significa vivir en arrepentimiento constante, sensibles a la dirección divina, y con profunda gratitud por la misericordia recibida. La verdadera reverencia no proviene del miedo servil, sino del amor y la gratitud por lo que Cristo ha hecho por nosotros, llevándonos a vivir vidas que honran Su nombre y no desprecian Su gracia.

Oremos Juntos:

Padre Celestial, perdóname por las veces que he tratado Tu gracia como algo común, por los momentos en que he despreciado el sacrificio de Tu Hijo con mi insolencia y despreocupación. Renueva en mí un corazón sensible a Tu Espíritu, un espíritu quebrantado que tiemble ante Tu Palabra y valore lo que costó mi salvación. Ayúdame a vivir cada día con reverencia santa, no por miedo al castigo, sino por amor a Ti y gratitud por Tu gracia inmerecida. En el nombre de Jesús, quien derramó Su sangre por mí, amén.

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