Cita bíblica:
2 Timoteo 1:9: «quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos.»
Reflexión:
La gracia de Dios trasciende nuestras limitaciones humanas. Cuando miramos hacia atrás en nuestro caminar espiritual, podemos ver momentos donde nuestras decisiones no fueron las mejores. Sin embargo, el plan de Dios permanece inmutable. No es por nuestras obras o méritos que Él nos eligió, sino por Su gracia soberana que fue establecida desde antes de la fundación del mundo. Esta verdad nos libera de la presión de la perfección y nos permite descansar en Su amor incondicional.
La historia de Jacob nos muestra claramente este principio. A pesar de ser un engañador que usurpó la bendición de su hermano Esaú a través del engaño, Dios no lo descartó. Por el contrario, lo transformó de Jacob («el suplantador») a Israel («el que lucha con Dios»). Dios trabajó a través de sus imperfecciones, y aunque Jacob enfrentó las consecuencias de sus acciones, el propósito divino prevaleció. Su linaje se convirtió en las doce tribus de Israel, cumpliendo así el plan soberano de Dios.
¿Te has sentido alguna vez indigno del llamado de Dios? Recuerda que Su elección no se basa en tu perfección, sino en Su propósito eterno. Cuando pecamos, efectivamente nos alejamos de Su presencia, pero Su llamado permanece. La santidad no es un requisito para ser elegido, sino una respuesta de amor y gratitud por Su elección. Tu valor no está en tus obras, sino en el precio que Cristo pagó por ti.
Esta verdad revolucionaria nos libera para servir a Dios desde el amor y no desde el temor al rechazo. Su propósito fue establecido antes de que diéramos nuestro primer respiro, y Sus dones y llamamiento son irrevocables. No importa cuántas veces falles, Su gracia es suficiente y Su propósito prevalecerá en tu vida si mantienes tu corazón rendido a Él.
🙏Oremos Juntos:
«Padre celestial, gracias por elegirme no por mis méritos sino por Tu gracia. Perdóname por las veces que he intentado ganarme Tu amor con obras. Ayúdame a vivir en la libertad de Tu propósito eterno, respondiendo a Tu amor con una vida de santidad y gratitud. En el nombre de Jesús, amén.»