Cita bíblica:
Romanos 6:6-7: sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
Reflexión:
En nuestro caminar cristiano, frecuentemente nos encontramos luchando contra el pecado, sintiendo que es una batalla interminable. Sin embargo, el apóstol Pablo nos revela una verdad transformadora: nuestro viejo ser fue crucificado con Cristo. Esta verdad fundamental nos muestra que no estamos destinados a vivir bajo el dominio del pecado, sino que, a través de la obra redentora de Cristo, hemos sido liberados. En primer lugar, debemos comprender que esta liberación no es algo que alcanzamos por nuestro propio esfuerzo, sino un regalo de Dios que recibimos por la fe.
Recordemos el día de Pentecostés, cuando los discípulos estaban reunidos en el aposento alto. Antes de este evento, eran hombres temerosos y dudosos, pero cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos, fueron completamente transformados. Pedro, quien había negado a Jesús tres veces, se levantó con valentía para predicar, y tres mil personas se convirtieron ese día. Este es el poder transformador del Espíritu Santo, que no solo nos da la fuerza para resistir el pecado, sino que también nos da un nuevo corazón y nuevos deseos.
¿Has experimentado verdaderamente este nuevo nacimiento en Cristo? La victoria sobre el pecado no viene por fuerza de voluntad, sino por una completa rendición a Cristo. Cuando morimos a nuestra vieja naturaleza y somos llenos del Espíritu Santo, recibimos un nuevo poder: el poder para vivir en santidad. Este poder nos capacita para hacer las obras de Cristo, sanar enfermos, expulsar demonios y amar como Él ama. No es un proceso instantáneo, sino un camino de obediencia y fe creciente.
La libertad del pecado es una realidad disponible para todo aquel que se entrega completamente a Cristo. No se trata de perfección instantánea, sino de un proceso de transformación continua donde el Espíritu Santo va moldeando nuestro carácter. Cada día tenemos la oportunidad de elegir morir a nuestros deseos carnales y vivir en la nueva naturaleza que Cristo nos ha dado. La victoria sobre el pecado es posible porque ya no somos esclavos, sino hijos amados de Dios.
Oración
Amado Padre celestial, te damos gracias por el sacrificio de tu Hijo que nos libró del poder del pecado. Te pedimos que llenes nuestras vidas con tu Espíritu Santo, que nos des la fuerza para vivir en victoria y que transformes nuestros deseos para que sean conforme a tu voluntad. En el nombre de Jesús, amén.
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