Cita bíblica:
«Pero el Señor le dijo a Samuel: ‘No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón.» (1 Samuel 16:7)
Reflexión:
En un mundo inundado de imágenes cuidadosamente seleccionadas y momentos perfectamente capturados, las redes sociales a menudo se convierten en un escenario para exhibir nuestras vidas de manera selectiva y perfecta. Pero, ¿qué hay detrás de las sonrisas perfectas y las historias encantadoras? La Biblia nos recuerda que Dios valora lo que está en el corazón. La historia de David, el joven pastor elegido como rey, nos enseña que Dios no se deja llevar por las apariencias externas, sino que busca corazones que anhelan seguirlo.
A menudo nos enfrentamos a desafíos, momentos difíciles y tristezas que son parte integral de la experiencia humana. Sin embargo, la presión de mantener una fachada de perfección en las redes sociales puede llevarnos a ocultar nuestras luchas detrás de sonrisas forzadas y publicaciones cuidadosamente seleccionadas. Es tentador presentar una vida impecable, pero ¿a qué costo?
Las Escrituras nos instan a venir a Dios con nuestras cargas y preocupaciones, no a ocultarlas tras una pantalla. Aunque las redes sociales pueden ser un lugar para compartir nuestras alegrías, también deberían ser un espacio donde podamos ser auténticos sobre nuestras luchas. Dios no nos llama a llevar máscaras, sino a venir a Él tal como somos. Entendamos que nuestra vulnerabilidad puede ser una luz que ilumine el camino para otros que también enfrentan dificultades.
Así como Dios miró el corazón de David, Él también escudriña nuestros corazones en medio de la era digital. ¿Qué motiva nuestras interacciones en línea? ¿Buscamos la validación a través de los likes y comentarios, o nos esforzamos por reflejar el amor y la verdad de Cristo? La conexión genuina con Dios y los demás no puede ser reemplazada por la búsqueda de aceptación en las redes sociales. En lugar de construir una imagen cuidadosamente pulida, centrémonos en cultivar un corazón que busca la semejanza con el corazón de Dios.