Cita bíblica:
«Estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la encuentran.» – Mateo 7:14
Reflexión
En la vida cotidiana, es muy fácil para nosotros adquirir el hábito de juzgar y condenar a los demás. También podemos ser nuestros propios críticos más duros, haciendo que nos condenemos a nosotros mismos y nos sintamos inadecuados. Sin embargo, como seguidores de Cristo, estamos llamados a vivir de otra manera: con amor y compasión.
El versículo de Juan 8:7b nos recuerda un momento poderoso en la vida de Jesús. Los líderes religiosos de la época llevaron ante Jesús a una mujer sorprendida en adulterio, buscando condenarla según la ley mosaica. Pero Jesús respondió diciendo que los que no han pecado pueden tirar la primera piedra. Uno por uno los acusadores se fueron, dejando a Jesús solo con la mujer. En lugar de condenarla, Jesús la perdonó y le dio otra oportunidad.
Esta historia nos enseña dos lecciones importantes. Primero, nos muestra que todos somos pecadores y que nadie tiene derecho a condenar a otro. Sólo Dios es un juez justo y misericordioso. En segundo lugar, nos muestra el amor incondicional de Jesús, que perdona y da nueva vida a quienes están dispuestos a recibirlo.
Imagina un ejemplo cotidiano cuando alguien que conoces ha cometido un error y todos a su alrededor están listos para juzgarlo y condenarlo. Sin embargo, en lugar de unirte a la condena, decides acercarte a la persona con compasión y amor. Los apoyas, recordándoles que todos cometemos errores y que lo más importante es aprender y crecer a través de ellos. Tu actitud comprensiva y perdonadora puede marcar una diferencia significativa en la vida de alguien, dándole esperanza y aliento en su situación.
En nuestras oraciones, podemos buscar la fuerza y la gracia para no condenar a los demás ni a nosotros mismos.