Cita bíblica:
Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón. – Jeremías 29:13
Reflexión:
En el bullicio constante de nuestra vida cotidiana, a menudo se pierde la voz suave y apacible de Dios. Sin embargo, Él nunca ha dejado de llamarnos. Como una melodía persistente que resuena en nuestro interior, el Señor nos busca incansablemente. A pesar de nuestras distracciones, ocupaciones y preocupaciones, Él permanece fiel, esperando pacientemente que respondamos a su llamado. La promesa en Jeremías 29:13 no es simplemente una invitación, sino una garantía divina: cuando lo busquemos con sinceridad y determinación, lo encontraremos. Esta búsqueda, no obstante, debe nacer de un corazón auténtico y completamente entregado.
La Escritura está llena de ejemplos de aquellos que escucharon y respondieron al llamado de Dios. Pensemos en Samuel, quien siendo apenas un niño, escuchó la voz del Señor llamándolo en la noche. Al principio, confundido, acudía a Elí pensando que era él quien lo llamaba. Pero cuando finalmente comprendió, respondió con humildad: «Habla, Señor, que tu siervo escucha» (1 Samuel 3:10). O consideremos a Isaías, quien en una visión del Señor en su trono, escuchó la pregunta: «¿A quién enviaré?» y respondió sin vacilación: «Heme aquí, envíame a mí» (Isaías 6:8). Estos hombres no solo oyeron el llamado, sino que respondieron con disposición y obediencia, convirtiéndose en poderosos instrumentos en las manos de Dios.
¿Cuántas veces ha resonado la voz del Señor en tu corazón, y has optado por ignorarla? «¿Cuántas veces te he llamado?, ¿cuántas veces te he esperado?», dice el Señor. Has escuchado su voz una y otra vez llamándote: «Buscadme y viviréis, buscadme y me hallaréis». No ignores su voz. Él te busca con amor, con paciencia, con propósito. Cada susurro divino es una oportunidad para experimentar la plenitud de su presencia y cumplir el propósito para el cual fuiste creado.
El llamado de Dios es persistente pero nunca impositivo. Él respeta nuestra libertad de elegir, pero anhela nuestra respuesta. Cuando finalmente abrimos nuestro corazón y decidimos buscarlo con sinceridad, descubrimos que Él siempre estuvo allí, esperando. Esta búsqueda no es meramente intelectual o emocional, sino integral, involucrando todo nuestro ser. Requiere honestidad, vulnerabilidad y un deseo genuino de conocer a Dios personalmente. Y la promesa permanece inquebrantable: cuando lo busquemos de todo corazón, lo encontraremos. No porque hayamos sido suficientemente diligentes, sino porque Él es fiel y se deleita en revelarse a quienes lo buscan con sinceridad.
Oremos juntos:
Padre Celestial, reconozco que muchas veces he ignorado tu voz llamándome. Perdóname por las distracciones que me han alejado de ti. Hoy decido buscarte con todo mi corazón, sabiendo que tu promesa es fiel. Abre mis oídos espirituales para reconocer tu voz entre el ruido del mundo. Dame la valentía de Samuel y la disposición de Isaías para responder a tu llamado. Quiero conocerte más profundamente y experimentar tu presencia transformadora en mi vida. En el nombre de Jesús, amén.