Cita bíblica:
Pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán. – Isaías 40:31
Reflexión:
En un mundo que busca resultados inmediatos, la disciplina parece anticuada. Sin embargo, es precisamente esta cualidad la que define nuestro destino espiritual. La disciplina no es castigo, sino entrenamiento que forja carácter. Por consiguiente, cuando nos sometemos diariamente a la disciplina espiritual, estamos construyendo un puente hacia nuestro destino divino. Así pues, cada oración, cada lectura bíblica, cada acto de obediencia, aunque parezca insignificante, está trazando el camino hacia donde Dios nos lleva. De hecho, ninguna disciplina espiritual consistente queda sin recompensa; todas conforman el mosaico de nuestro destino en Cristo.
Recordemos el ejemplo de David, quien antes de ser rey tuvo que atravesar un desierto de pruebas. En 1 Samuel 16, David fue ungido como futuro rey, pero pasaron años antes de que esta promesa se cumpliera. Durante este tiempo, estuvo en las montañas, cuidando ovejas, huyendo de Saúl e incluso viviendo entre los filisteos. No obstante, en cada etapa, David mantuvo su disciplina espiritual: componía salmos, consultaba a Dios y fortalecía su relación con Él. A pesar de las circunstancias adversas, no abandonó sus hábitos espirituales. Esta disciplina constante fue lo que eventualmente lo llevó a su destino como el rey más grande de Israel, un hombre conforme al corazón de Dios.
Es fundamental reflexionar sobre cómo estamos corriendo nuestra carrera espiritual. ¿Miramos constantemente hacia atrás, lamentándonos por errores pasados o añorando tiempos que ya no volverán? La disciplina espiritual nos invita a correr con propósito, mirando siempre hacia adelante. Debemos soltar el pasado que nos ancla y nos impide avanzar. El único beneficio de mirar atrás es agradecer a Dios por su liberación y aprender de nuestros errores. La disciplina de enfocar nuestra mirada en Cristo nos impulsa hacia el destino que Él ha preparado.
En conclusión, existe una correlación directa entre nuestra disciplina diaria y nuestro destino eterno. Las pequeñas decisiones que tomamos hoy—levantarnos temprano para orar, estudiar las Escrituras, servir a otros desinteresadamente—son las que determinan quiénes seremos mañana. Como cristianos, debemos entender que la grandeza espiritual no viene por accidente ni por eventos esporádicos de fervor, sino por la consistencia en lo pequeño. La disciplina puede parecer difícil y poco gratificante en el momento, pero produce un fruto duradero que nos acerca cada día más a nuestro destino divino.
Oremos juntos:
Padre Celestial, te damos gracias por enseñarnos el valor de la disciplina espiritual. Perdónanos cuando hemos buscado atajos o nos hemos desanimado en el camino. Ayúdanos a mantener una disciplina constante en nuestra vida de oración, en el estudio de tu Palabra y en la obediencia a tus mandamientos. Danos la fuerza para mirar hacia adelante, soltando aquello que nos ata al pasado. Reconocemos que cada acto de disciplina nos acerca más al destino glorioso que has preparado para nosotros. En el nombre de Jesús, amén.
Video relacionado:
«Alegras Mis Días» Su presencia