Cita bíblica:
Romanos 12:17: «No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos.»
Reflexión:
En nuestro caminar diario, frecuentemente nos encontramos con personas que pueden herirnos, menospreciarnos o tratarnos injustamente. Sin embargo, Dios en su infinita sabiduría nos enseña que no debemos permitir que las acciones negativas de otros contaminen nuestro corazón con amargura. Cuando permitimos que el resentimiento se arraigue en nuestro interior, no solo nos alejamos de la paz que Dios nos ofrece, sino que también comprometemos nuestra capacidad de ser luz en medio de la oscuridad.
Consideremos la vida de José, quien fue vendido como esclavo por sus propios hermanos, calumniado por la esposa de Potifar y olvidado en prisión. A pesar de todo el maltrato y la injusticia que sufrió, José eligió no albergar amargura en su corazón. Esta decisión le permitió mantener su integridad y, eventualmente, Dios lo elevó a una posición de honor en Egipto. Cuando tuvo la oportunidad de vengarse de sus hermanos, eligió perdonarlos y mostrarles misericordia, reconociendo que Dios había usado incluso las malas intenciones para un propósito mayor.
Querido lector, Dios ve cada lágrima que derramas y conoce cada dolor que guardas en tu corazón. Cuando otros no reconocen tu valor o te tratan injustamente, recuerda que tu dignidad no proviene de la opinión de las personas, sino de tu identidad como hijo amado de Dios. Él tiene un plan perfecto para vindicarte y honrarte en el momento adecuado, pero primero debes soltar la amargura y confiar en Su justicia divina.
La libertad verdadera viene cuando decidimos no permitir que las acciones de otros determinen nuestra respuesta emocional. Dios nos llama a vivir en un nivel superior, donde el perdón y el amor triunfan sobre el resentimiento. Cuando elegimos liberar la amargura, abrimos espacio para que la paz de Dios gobierne nuestro corazón y nos convertimos en testimonios vivos de Su gracia transformadora.
Oración
Padre celestial, te pido que sanes las heridas que otros han causado en mi corazón. Dame la fortaleza para soltar toda amargura y resentimiento. Ayúdame a ver a los demás a través de Tus ojos de amor y misericordia. Que tu paz gobierne mi corazón y me permita ser un testimonio de Tu gracia. En el nombre de Jesús, amén.
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