Cita bíblica:
Proverbios 18:21 – «Muerte y vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.»
Reflexión:
En nuestro caminar diario, enfrentamos una batalla espiritual donde el enemigo intenta sembrar dudas y desesperanza a través de nuestras propias palabras. Sin embargo, debemos recordar que nuestras declaraciones tienen un poder extraordinario, pues así como Dios creó el universo con su palabra, nosotros también tenemos la capacidad de edificar o destruir con lo que pronunciamos. Por lo tanto, es fundamental reconocer que cada palabra que sale de nuestra boca tiene el potencial de transformar nuestra realidad.
Consideremos la historia de David frente a Goliat. Mientras todos los soldados israelitas se llenaban de temor y pronunciaban palabras de derrota, David declaró con valentía: «Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo contra ti en el nombre del Señor Todopoderoso» (1 Samuel 17:45). Sus palabras, llenas de fe y confianza en Dios, precedieron su victoria. David no permitió que el miedo ni las burlas del enemigo contaminaran su discurso; en cambio, sus declaraciones estaban fundamentadas en la verdad de quién era Dios en su vida.
¿Cuántas veces hemos permitido que nuestra lengua se convierta en un instrumento de auto-sabotaje? Es momento de cambiar nuestras declaraciones negativas por palabras de vida y poder. Cuando el enemigo susurre «no puedes», declara «todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13). Cuando diga «estás derrotado», proclama «mayor es el que está en mí que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4). Tus palabras son semillas que determinarán tu cosecha espiritual.
La lengua tiene el poder de edificar o destruir, de bendecir o maldecir. Como hijos de Dios, estamos llamados a usar nuestras palabras para declarar Su verdad sobre nuestras vidas. No permitas que el enemigo use tu propia voz contra ti. En cambio, alinea tus declaraciones con la Palabra de Dios y observa cómo tu realidad comienza a transformarse según Sus promesas.
Oración
Padre Celestial, te pido perdón por las veces que he permitido que mi lengua sea usada como instrumento de destrucción contra mí mismo. Ayúdame a usar el poder de mis palabras para declarar Tu verdad y Tus promesas sobre mi vida. En el nombre de Jesús, amén.