Cita bíblica:
Eclesiastés 3:1 «Hay una temporada para todo, un tiempo para cada actividad bajo el cielo»
Reflexión
En este vertiginoso mundo, donde cada segundo cuenta, a menudo olvidamos que el tiempo es un regalo precioso de Dios. Eclesiastés 3:1 nos recuerda sabiamente que «Hay una temporada para todo, un tiempo para cada actividad bajo el cielo». Esta verdad eterna nos invita a reflexionar sobre cómo administramos nuestros días. Sin embargo, ¿cuántas veces hemos desperdiciado horas en actividades sin sentido, olvidando que cada momento es una oportunidad única para glorificar a Dios y servir a los demás? El tiempo es, sin duda, oro, pero su valor se desvanece si lo empleamos mal.
Consideremos la vida del rey David, un hombre conforme al corazón de Dios. A pesar de sus errores, David supo aprovechar su tiempo para cumplir el propósito divino. Desde su juventud como pastor hasta su reinado sobre Israel, cada etapa de su vida fue una oportunidad para crecer en fe y liderazgo. Incluso en sus momentos más oscuros, como su pecado con Betsabé, David no desperdició el tiempo en autocompasión, sino que se arrepintió sinceramente y buscó la restauración. Su legado perdura no solo en los Salmos que escribió, sino en su ejemplo de cómo usar el tiempo sabiamente, siempre buscando la voluntad de Dios.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado al final del día preguntándonos dónde se fue el tiempo? La vida es un precioso regalo, un tiempo para amar y servir. Sin embargo, cuando no organizamos nuestras prioridades, nos llenamos de angustia y preocupación, nublando la bendición de estar vivos. Cada minuto mal empleado es una oportunidad perdida para experimentar el amor de Dios y compartirlo con los demás. Reflexionemos: ¿Estamos invirtiendo nuestro tiempo en lo que realmente importa?
El tiempo es un recurso irrecuperable, un tesoro que Dios nos ha confiado. Así como un buen administrador multiplica los talentos recibidos, nosotros estamos llamados a multiplicar nuestro tiempo para la gloria de Dios. Esto no significa estar constantemente ocupados, sino ser intencionales en cada momento. Ya sea en el trabajo, con la familia, o en soledad, cada instante es una oportunidad para crecer en fe, amor y servicio. Que nuestros días reflejen la sabiduría de Eclesiastés, reconociendo que hay un tiempo para todo, y que cada tiempo tiene un propósito divino.
Oración:
Padre Celestial, te agradecemos por el precioso regalo del tiempo. Ayúdanos a ser sabios administradores de cada momento que nos concedes. Guíanos para que nuestros días sean un reflejo de tu amor y tu propósito. Que podamos invertir nuestro tiempo en lo que verdaderamente importa: amarte a ti y a nuestro prójimo. En el nombre de Jesús, amén.