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Cita bíblica:
Examina las Escrituras, porque ellas dan testimonio de mí. – Juan 5:39
Reflexión:
En un mundo de prisas y distracciones constantes, hemos desarrollado el hábito de consumir información rápidamente, sin detenernos a digerirla adecuadamente. Sin embargo, cuando se trata de la Palabra de Dios, este enfoque puede privarnos de sus tesoros más profundos. Al leer la Biblia apresuradamente, pasamos por alto las gemas escondidas que Dios ha colocado para nuestra edificación y crecimiento. Por consiguiente, necesitamos adoptar una actitud de reverencia y paciencia cuando nos acercamos a las Escrituras, permitiendo que cada palabra resuene en nuestro espíritu y transforme nuestras vidas.
La Biblia está llena de ejemplos de personas que valoraron y estudiaron la Palabra de Dios con diligencia. Nehemías, antes de emprender la monumental tarea de reconstruir los muros de Jerusalén, dedicó tiempo a leer y meditar en la ley divina. Esta disciplina espiritual le proporcionó la sabiduría y fortaleza necesarias para enfrentar la oposición y completar la obra. De manera similar, Daniel, en su exilio babilónico, estudiaba devotamente las profecías de Jeremías, lo que le permitió comprender los tiempos y el plan de Dios para la restauración de Israel. Este entendimiento profundo nació de una lectura meditativa, no apresurada. También recordemos a los sabios de Oriente, quienes, tras años de estudio minucioso de las antiguas profecías mesiánicas, pudieron reconocer la estrella y emprender un viaje para adorar al Rey recién nacido. Su diligencia en escudriñar las Escrituras les permitió ser testigos del cumplimiento profético más importante de la historia.
¿Cuánto tiempo dedicamos realmente a saborear la Palabra? Así como nos deleitamos viendo repetidamente nuestras series favoritas de Netflix, captando cada detalle y diálogo, la Escritura merece aún mayor atención y reverencia. El Espíritu Santo anhela revelarnos verdades profundas, pero requiere nuestra disponibilidad y tiempo. La lectura apresurada es como pasar frente a un tesoro sin detenerse a recogerlo.
La Palabra de Dios no es simplemente información, sino transformación. Cuando dedicamos tiempo a leerla con detenimiento, encontramos dirección para nuestras decisiones, consuelo en nuestras aflicciones y esperanza en medio de la desesperación. Como escribió el salmista, es «lámpara a nuestros pies y lumbrera en nuestro camino». La lectura pausada nos permite no solo conocer intelectualmente las Escrituras, sino experimentar su poder vivificante en nuestro interior. Al final, no se trata de cuántos capítulos leemos cada día, sino de cuánto permitimos que esos versículos nos lean a nosotros, exponiendo nuestro corazón ante la luz transformadora del Señor.
Desafío del Día:
Tarea práctica: Hoy, te invito a un desafío:
- Ora al Espíritu Santo para que te de entendimiento y sabiduría para entender su palabra.
- Toma un solo capitulo y dedica 15 minutos completos a meditarlo.
- Pregúntate qué significa cada palabra, qué te está diciendo Dios personalmente, y cómo puedes aplicarlo en tu vida diaria.
- Permite que el Espíritu Santo ilumine tu entendimiento mientras te detienes ante la presencia de Dios.
- Anota lo que el Señor te dijo a través de su palabra,
Oremos juntos:
Padre Celestial, perdóname por las veces que he tratado Tu Palabra como una tarea más en mi lista, leyéndola apresuradamente sin permitir que penetre mi corazón. Ayúdame a desarrollar la disciplina de la lectura pausada y meditativa, donde pueda encontrarme verdaderamente contigo. Envía tu Espíritu Santo para que ilumine mi entendimiento y aplique Tu verdad a mi vida. Que cada vez que abra las Escrituras, lo haga con reverencia, sabiendo que estoy en comunión contigo. En el nombre de Jesús, amén.

