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Cita bíblica:
«Así que, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.» – Hebreos 4:16
Reflexión:
En un mundo lleno de caos y ruido constante, todos buscamos lugares donde podamos descansar, ser nosotros mismos y encontrar paz. Sin embargo, estos lugares no siempre son físicos; a menudo, son personas. De hecho, Dios nos llama no solo a buscar refugio en Él, sino también a convertirnos en refugios para otros. Cuando decidimos ser un lugar seguro para quienes nos rodean, estamos reflejando el corazón mismo de Cristo, quien siempre ofrece descanso a los cansados y consuelo a los afligidos. Por lo tanto, debemos preguntarnos: ¿somos personas que juzgan o personas que acogen con brazos abiertos?
Uno de los ejemplos más conmovedores en las Escrituras lo encontramos en la relación de Jesús con sus amigos Marta, María y Lázaro. En el hogar de estos hermanos en Betania, Jesús encontró un verdadero refugio. Imagina por un momento a nuestro Salvador, quien cargaba el peso del mundo sobre sus hombros, encontrando alivio y descanso en la casa de estos amigos entrañables. En Juan 12, vemos a Jesús disfrutando de una cena en su honor, con Lázaro sentado a la mesa, María ungiendo sus pies, y Marta sirviendo con amor. Era más que una visita; era un santuario emocional para el Hijo de Dios. Este hogar representaba un lugar donde Jesús podía ser completamente humano, donde no tenía que estar «en ministerio», sino simplemente ser.
Reflexiona honestamente: ¿Eres tú ese tipo de amigo para quienes te rodean? Cuando alguien te busca, ¿encuentra un oído que escucha o una lengua que juzga? ¿Ofreces tu hombro para llorar o tu dedo para señalar? ¿Oras fielmente por las batallas que otros enfrentan o las conviertes en chismes disfrazados de «peticiones de oración»? El mundo está lleno de críticos, pero escasea en refugios seguros. Las personas heridas no necesitan más heridas; necesitan vendajes, y tú puedes ser ese bálsamo de Galaad para alguien hoy.
La belleza de ser un refugio para otros reside en que, paradójicamente, nosotros mismos encontramos descanso al ofrecerlo. Al convertirte en un puerto seguro, te transformas en un canal del amor divino, y Dios nunca deja vacío a quien da. Al final, no se trata de tener todas las respuestas o solucionar todos los problemas de los demás. Se trata de estar presente, de mostrar compasión, de reflejar el corazón de un Dios que nos acoge tal como somos. Recuerda que todos luchamos batallas invisibles, y una palabra amable, un abrazo sincero o simplemente un espacio libre de juicio puede ser el refugio que alguien desesperadamente necesita hoy.
Oremos juntos:
Padre Celestial, enséñame a ser un refugio como Tú lo eres para mí. Dame un corazón que acoja sin juzgar, oídos que escuchen sin interrumpir, y manos que sostengan sin soltar. Perdóname por las veces que he sido piedra de tropiezo en lugar de roca de apoyo. Ayúdame a reflejar Tu amor incondicional y a crear espacios seguros donde otros puedan encontrar descanso y renovación. En el nombre de Jesús, quien es mi eterno refugio, amén.