Cita bíblica:
«Ni deis lugar al diablo.» – Efesios 4:27
Reflexión:
El pecado inicia como una pequeña grieta en nuestra vida espiritual, pero rápidamente puede convertirse en una puerta abierta para el enemigo. Cuando comenzamos a negociar con el pecado, diciéndonos a nosotros mismos «solo esta vez» o «no es tan grave», estamos cediendo territorio valioso al adversario. Efesios 4:27 nos advierte claramente que no debemos dar lugar al diablo. Esta instrucción, aunque breve, contiene una profundidad extraordinaria que nos recuerda que cada concesión al pecado representa un espacio que el enemigo aprovechará para establecer una fortaleza en nuestra vida.
La Escritura está repleta de ejemplos sobre las consecuencias de negociar con el pecado. Pensemos en Adán y Eva, quienes entablaron un diálogo con la serpiente y negociaron con la tentación hasta caer, trayendo el pecado a toda la humanidad. O Caín, quien albergó la envidia y el resentimiento, negociando internamente con estos sentimientos hasta que lo llevaron al primer homicidio de la historia. Y no olvidemos a Judas Iscariote, quien permitió que la codicia se arraigara en su corazón, negociando el precio de la traición por treinta piezas de plata. En cada caso, lo que comenzó como una pequeña concesión terminó en una tragedia espiritual con repercusiones eternas.
Te invito a reflexionar: ¿Qué puertas has dejado entreabiertas en tu vida para que el enemigo entre y tome ventaja? El Señor nos llama a cerrar completamente las puertas al enemigo, quien no desaprovecha ninguna oportunidad que le demos para entrar. Recuerda que su objetivo final es destruirte. A veces, el pecado se disfraza de libertad, nos hace sentir temporalmente satisfechos o libres, pero esta es una ilusión que se desvanece cuando intentamos librarnos de sus cadenas. Examina hoy tu corazón y pregúntate: ¿Con qué pecado estoy negociando?
Al no dar lugar al diablo, estamos ejerciendo nuestra autoridad espiritual como hijos de Dios. No se trata simplemente de resistir la tentación, sino de cerrar completamente las puertas a cualquier influencia que nos aleje de Cristo. Cuando establecemos límites claros y decidimos no negociar con el pecado, estamos eligiendo la vida, la libertad verdadera y la paz que solo Dios puede dar. La victoria sobre el pecado no viene de nuestra fuerza, sino de nuestra completa dependencia de Dios y del poder transformador del Espíritu Santo que opera en nosotros para renovar nuestra mente y fortalecer nuestra voluntad.
Oremos juntos:
Padre Celestial, reconozco que muchas veces he negociado con el pecado, permitiendo que pequeñas concesiones abran puertas al enemigo en mi vida. Te pido perdón por las áreas donde he cedido terreno. Dame discernimiento para identificar las grietas en mi vida espiritual y fortaleza para cerrarlas completamente. Ayúdame a no dar lugar al diablo, a rechazar sus estrategias y a mantenerme firme en Ti. Que tu Espíritu Santo me guíe hacia una vida de santidad, donde no haya negociaciones con el pecado, sino una entrega total a tu perfecta voluntad. En el nombre de Jesús, amén.
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