Cita bíblica:
«Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento.» – Eclesiastés 12:1
Reflexión:
En medio del bullicio y la energía de la juventud, es fácil olvidarnos de Dios. A menudo, cuando la salud rebosa, las oportunidades abundan y el futuro parece ilimitado, relegamos a nuestro Creador a un segundo plano. Sin embargo, el sabio Salomón nos exhorta a recordar a Dios precisamente cuando la vida florece. Este consejo no es una mera sugerencia, sino una profunda verdad para evitar el vacío existencial. Ciertamente, es en los días de juventud cuando establecemos los cimientos de nuestra vida espiritual, cuando formamos hábitos que determinarán nuestro camino. Por lo tanto, acordarse del Creador no es limitar nuestra juventud, sino vivirla con mayor plenitud y propósito.
El rey David nos proporciona un ejemplo notable de esta verdad bíblica. Desde su juventud como pastor de ovejas, David cultivó una relación íntima con Dios. Entre valles y praderas, componía salmos y desarrollaba una fe inquebrantable que después lo sostendría frente a Goliat y durante las persecuciones de Saúl. A pesar de sus posteriores caídas, aquella base espiritual construida en su juventud le permitió siempre retornar a Dios. Su corazón, formado desde temprano para buscar al Señor, le dio la sensibilidad para reconocer su pecado y la humildad para arrepentirse profundamente. Contrariamente, vemos en Salomón cómo, a pesar de su sabiduría, el alejamiento gradual de Dios en sus años prósperos lo condujo a la amargura y el vacío que describe en Eclesiastés.
¿Qué pasaría si vivieras cada día de tu juventud consciente de la presencia de Dios? Imagina cuántos errores evitarías, cuántas decisiones tomarías con mayor sabiduría. No es que con Dios desaparezcan los sufrimientos, pero ciertamente enfrentamos las dificultades con esperanza y fe. Eclesiastés 12 nos recuerda una verdad ineludible: todos envejeceremos, nuestras fuerzas disminuirán y los placeres terrenales perderán su encanto. La pregunta es: ¿llegarás a esos años con un cimiento espiritual sólido o con las manos vacías? El tiempo para construir esa relación con el Creador es ahora, mientras tu corazón es receptivo y tu vida tiene energía para servir.
Recordar a nuestro Creador en la juventud es como plantar un árbol que dará sombra y fruto en los años venideros. Las decisiones espirituales que tomamos temprano dan forma a quienes seremos mañana. Muchos llegan a la vejez lamentando no haber aprovechado su juventud para conocer más a Dios, para servirle cuando tenían fuerzas. La sabiduría no consiste en vivir intensamente olvidando a Dios, sino en vivir cada etapa con la consciencia de Su presencia, construyendo una relación que sostiene cuando todo lo demás falla. El consejo de Eclesiastés no busca robarnos la alegría de la juventud, sino multiplicarla con un propósito eterno.
Oremos juntos:
Padre Celestial, te damos gracias por el regalo de la juventud y la fuerza. Ayúdanos a recordarte en cada etapa de nuestra vida, especialmente cuando todo parece ir bien y podríamos olvidarnos de ti. Perdónanos por las veces que te hemos relegado a un segundo plano. Enséñanos a construir sobre la roca firme de tu Palabra desde ahora, para que cuando vengan las tormentas de la vida, permanezcamos firmes. Que nunca olvidemos que eres tú quien da verdadero significado y propósito a nuestros días. En el nombre de Jesús, amén.